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La derecha en México y las “cosas repugnantes” de la CIA y la DEA

Donald Trump, como lo fue también Ronald Reagan, más que un ideólogo de la ultraderecha, es un hombre del espectáculo.

Epigmenio Ibarra

Donald Trump, como lo fue también Ronald Reagan, más que un ideólogo de la ultraderecha, es un hombre del espectáculo.

Lo suyo son los golpes de efecto continuos para generar desconcierto en la contraparte y provocar reacciones viscerales e inmediatas.

A diferencia de Reagan cuya eficacia retórica era inversamente proporcional a la tecnología de la época; la sobre exposición ha restado, paradójicamente, impacto a las amenazas de Trump.

Quien todavía se engancha y le responde con la misma altanería pierde, quien se amilana ante sus desplantes, también.

Todo en él es transaccional; amenaza con dureza para intimidar al oponente y ganar en la negociación.

Actúa enfáticamente para llevarse el aplauso de sus electores con los que establece, explotando los sentimientos más primitivos, una conexión emocional.

Apuesta fuerte y con estridencia, pero también es pragmático y si se mantiene ante él la cabeza fría y se le responde con inteligencia, serenidad, dignidad y firmeza como Claudia Sheinbaum Pardo, se pueden alcanzar acuerdos.

Infectan su pensamiento, es cierto, el racismo, la xenofobia, la visión imperial de los estamentos más conservadores de la sociedad estadounidense.

Aunque esto enturbia y dificulta la negociación es, a fin de cuentas, un hombre de negocios, qué, como todo aquel que se ha formado en la pantalla, ama por sobre todas las cosas el éxito.

No sucede lo mismo con la DEA, la CIA o la Agencia de Seguridad Nacional.

Para estas agencias los acuerdos con el “enemigo” -salvo los que hacen con capos del crimen o con los desertores- les resultan intolerables.

A diferencia de Trump, al que ni siquiera tienen la obligación de informar de las “cosas repugnantes” qué, según establece la directriz ejecutiva firmada por Eisenhower en 1954, deben hacer para “defender la democracia”, estas agencias detestan los reflectores y se guían por el más rancio y anacrónico anticomunismo.

Como a un enemigo al que es preciso destruir y someter a toda costa, la CIA, la DEA y Seguridad Nacional, ven a nuestro País y contra él actúan.

Al sembrar los rumores, difundir las mentiras, esparcir las calumnias que los agentes estadounidenses les trasmiten; la derecha mexicana y las y los más influyentes líderes de opinión, no pecan de credulidad; traicionan a México y así, con todas sus letras, hay que decirlo.