Peña, López Obrador, Sheinbaum y la corrupción
Otra rayita más al tigre para un ex Presidente que salió por la puerta de atrás, repudiado por la población, con una fama pública de corrupto que difícilmente se puede quitar.

Juegos de poder
Peña Nieto resurgió este fin de semana. A partir de una nota de un periódico israelí, que habla de un conflicto entre dos empresarios de ese país, algunos medios mexicanos infirieron que estaban hablando del ex Presidente a propósito de un soborno de 25 millones de dólares que dichos patrones otorgaron al Gobierno de México para vender el infame software de espionaje conocido como Pegasus.
Rápidamente, el ex Presidente, primero en X, luego en entrevista con Ciro Gómez Leyva, negó haber recibido dicha mordida con un argumento muy endeble. Dijo que los presidentes no son los “responsables de asignar contratos a empresas o prestador de servicio alguno, no está en nuestro ámbito de competencia, no nos corresponde”.
Efectivamente, no les corresponde, pero pueden ordenarlo con un simple comentario a los subordinados encargados de esas labores. Al respecto, Peña añadió: “Yo no doy línea ni di línea nunca de asignar contratos a tal o cual proveedor, no es mi tarea”.
Ah bueno, hombre, nos quedamos tranquilos con tan creíble explicación.
En fin, se trata de otra rayita más al tigre para un ex Presidente que salió por la puerta de atrás, repudiado por la población, con una fama pública de corrupto que difícilmente se puede quitar.
Una mala reputación que cada vez resulta más creíble porque todos nos preguntamos de qué vive Peña hoy.
Por un lado, reside en Madrid en un lujoso barrio donde juega golf, se divierte en los mejores antros de la capital española y viaja por todo el mundo. Eso cuesta mucha plata.
Por otro lado, ni trabaja ni recibe una pensión ya que López Obrador se las quitó a todos los exmandatarios.
Luego entonces, debe tener muchísimos ahorros.
¿De dónde los sacó cuando toda su vida profesional se dedicó al servicio público?
Primero se desempeñó en varios puestos partidistas del PRI del Estado de México. Luego pasó a la administración pública de ese estado. Fue diputado local y coordinador priista en el Congreso del Edomex. De ahí se convirtió en candidato a Gobernador, luego Gobernador, después candidato presidencial y finalmente Presidente. 28 años de vida profesional como funcionario público o partidista donde nunca ganó sueldos estratosféricos que le permitieran vivir como marajá en el exilio actual.
Lo que sí sabemos es que, al llegar a la Presidencia, recibió una casa de lujo en las Lomas de Chapultepec que le regaló un importante contratista del Estado de México, la famosa “casa blanca” que le costó tanto en su reputación personal.
También sabemos que pertenece al notorio Grupo Atlacomulco, cuna de varios políticos mexiquenses, que tenían como doctrina el dictum de uno de sus fundadores, el profe Carlos Hank González: “Un político pobre es un pobre político”.
No hay que ser, entonces, un Einstein para inferir de qué vive Peña en la actualidad. En la corrupción rampante durante su sexenio se encuentra la explicación.
Corrupción que, por un lado, le hizo un enorme daño al proyecto neoliberal que implementó Peña en su sexenio. Sus reformas orientadas hacia la economía del mercado eran positivas y trascendentales. Sin embargo, todas acabaron en el basurero de la historia debido a la corrupción que caracterizó a ese gobierno.
La oposición estatista de López Obrador logró convencer a la población con una narrativa que vinculaba intrínsecamente al neoliberalismo con la corrupción.
Es una falacia, pero muy poderosa porque la opinión pública estaba muy enojada con el enriquecimiento súbito del grupo peñista gobernante y demandaba una explicación. AMLO de las dio pegándole la etiqueta de “corrupto” al proyecto neoliberal.
Sin embargo, ya como Presidente, no hizo nada para perseguir judicialmente a los corruptos comenzando con Peña. No lo tocó ni con el pétalo de una rosa. Hasta lo llegó a considerar un “demócrata”.
Lo cual hace creíble la existencia de un pacto entre el entonces presidente Peña y el entonces candidato presidencial López Obrador en la elección del 2018. El primero le aseguró condiciones para ganar los comicios (entre ellos le quitó del camino al otro candidato opositor, Ricardo Anaya, con acusaciones judiciales en su contra). A cambio, el segundo le otorgó completa impunidad terminando su sexenio.
Ambos cumplieron lo pactado. AMLO ganó. Peña se fue al exilio donde ha vivido cómoda y tranquilamente hasta ahora.
Hasta ahora…
Porque la última pregunta que cabe hacerse es si dicho pacto sigue vigente con la actual Presidenta a quien, en el contexto presente, no le vendría nada mal dar un golpe duro en contra de un ex Presidente poco querido y que sigue representando la horrenda cara de la corrupción gubernamental.
Leo Zuckermann
X: @leozuckermann
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