Medio Oriente pospone el cara a cara
Donald Trump tiene la máxima capacidad de presión para doblegar a Irán, ofreciendo zafarlo del fuego intenso y dominante de Israel

Astillero
Ante la gravedad del conflicto armado entre Israel e Irán, el presidente de Estados Unidos regresó anoche a Washington para encabezar una sesión urgente del Consejo Nacional de Seguridad, lo cual significó que incumpliera con su agenda programada para este martes, que entre otras entrevistas consideraba la concertada con la presidenta Sheinbaum (se estimaba que duraría una hora), quien determinó mantener sus propios compromisos en Calgary, Canadá, en el marco del G7.
México, con una delegación gubernamental definida ex profeso, esperaba que la entrevista cara a cara con el mandatario vecino permitiera acelerar definiciones y avanzar hacia acuerdos en temas complicados, sobre todo en cuanto al trato a migrantes, en su mayoría de origen mexicano, el crimen organizado (y sus referentes en la política, susceptibles no sólo del retiro de visa) y los aranceles.
A pesar del desencanto que necesariamente habría de provocar la cancelación de la cita para que los dos presidentes hablaran en persona (lo han hecho siete veces por vía virtual), parecería retorcido suponer que del lado estadounidense se tratara de una maniobra con dedicatoria a México. Los ataques entre Israel e Irán han ido agravando la siempre difícil situación en esa zona, a tal grado que diversas voces calificadas alertan sobre el riesgo de una tercera guerra mundial.
En ese marco, Donald Trump tiene la máxima capacidad de presión para doblegar a Irán, ofreciendo zafarlo del fuego intenso y dominante de Israel, manteniendo el apoyo político y militar pleno a este país y comprometiendo a Teherán a frenar demostradamente las intenciones de desarrollo de armas nucleares, según asegura el Gobierno de Benjamin Netanyahu que ha sido el móvil del inicial ataque de Israel.
Las preocupaciones mexicanas, en ese encuadre de máxima tensión mundial, han de esperar. Ya el sábado hubo una cuantiosa manifestación de protesta, en dos mil ciudades del país de las barras y las estrellas, contra las políticas de Trump, en específico las relacionadas con la migración pero no sólo por ello.
La fuerza de esa movilización nacional tuvo como contrapunto patético el desfile militar por los 250 años de creación del ejército de los Estados Unidos, que fue acompasado con el cumpleaños del presidente con pretensiones de César, aunque se llama Donald. La exaltación del poderío militar de la declinante potencia mundial no sólo palideció ante las protestas masivas sino, incluso, ante el asesinato con motivaciones políticas, según las primeras declaraciones de autoridades de Minnesota, de una legisladora estatal y su esposo, y el ataque, sin desenlace mortal, a un legislador estatal y su esposa.
Uno de los puntos principales del diálogo que la Presidenta de México había considerado con su homólogo vecino era justamente el de los migrantes, en cuanto a las deportaciones y a las remesas. Trump ha tomado como rehén este tema porque fue fundamental en su catálogo de promesas de campaña, y debe mostrar a su base electoral que lo va cumpliendo, pero también como parte del abanico de agresiones, sanciones y amagos que ha desplegado contra México y su actual Presidencia.
Otro punto en espera de afinaciones cupulares es el relacionado con el presunto involucramiento de personajes de la llamada Cuarta Transformación en asuntos del crimen organizado, incluso para fines electorales. La Embajada de EU en México ha negado validez a las listas de políticos guinda supuestamente castigables, pero voces opositoras a esa tonalidad partidista insisten-anhelan, en inminentes desenlaces.
Y, mientras Bernardo Bátiz, de larga carrera política, administrativa y judicial (fue parte del saliente Consejo de la Judicatura Federal; ahora lo será del órgano disciplinador) en el contexto del obradorismo (aunque de origen fue panista), ha dicho: “Yo les puedo decir que hubo legitimidad, que me parecieron los acordeones una buena herramienta de orientación que no obligó a nadie, que no violó el secreto del voto porque cada quien lo recibió o no”, ¡hasta mañana!
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