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Patria: Tu superficie fue el maíz

Escribió López Velarde: “Patria: Tu superficie es el maíz”. Ahora México tiene que importarlo, a veces de lugares tan lejanos como China o África.

. Catón

De política y cosas peores

¿Es usted Borges?” -le preguntó alguien al autor de “Ficciones”. Respondió él: “Algunas veces”. Siempre, no obstante, tuvo afilada lengua. Dijo a propósito de Nicanor Parra, poeta chileno: “¿Cómo puede ser poeta alguien que se llama Nicanor?”. Pues bien: Fidencio Flores, que vivió en Ramos Arizpe, laborioso lugar cercano a mi ciudad, Saltillo, era poeta a pesar de llamarse así, Fidencio, nombre sonoro y significativo. De estatura procerosa, apuesto, lucía una hermosa melena blanca que le llegaba a los hombros y le daba derecho a otorgarse a sí mismo el título de “El último bohemio”. Vivía con sus hermanas en una vasta casona con habitaciones a ambos lados de un gran patio. Se contaba que por causas desconocidas para todos, incluso para sus hijos, los padres de Fidencio rompieron su relación. Vivía cada uno en un ala de la casa, sin hablarse nunca. Así duraron más de 50 años, lejos y cerca al mismo tiempo. Nunca, sin embargo, dejaron de preocuparse el uno por el otro. Todas las mañanas preguntaban: “¿Cómo amaneció tu mamá?”. “¿Cómo está tu padre?”. Vino a suceder que un día la señora amaneció muerta. Le fue comunicada al señor la infausta nueva, y media hora después murió él, de bueno y sano, como dicen. Cosas que tiene la vida. Cosas que tiene la muerte. Traigo esto a colación porque Fidencio escribió un bello poema de nombre también bello. Se llama “Hostia santa”. Nada tiene que ver con temas religiosos. Esa hostia santa es la tortilla. El poeta hace poesía en torno de ese sencillo manjar, el pan nuestro de cada día para los mexicanos. Parecerá prosaísmo, pero recordé los versos de Fidencio al enterarme del precio de la tortilla, alimento de primerísima necesidad lo mismo para los ricos que para los pobres. Escribió López Velarde: “Patria: Tu superficie es el maíz”. Ahora México tiene que importarlo, a veces de lugares tan lejanos como China o África. El agrarismo vino a dar al traste con la productividad del campo mexicano. Los campesinos pasaron de la tutela de hacendados generalmente paternalistas al control de líderes generalmente corruptos. Aniquiladas las haciendas, todas ellas productivas; fragmentada la tierra; convertidos los hombres del campo en menores de edad, nuestro País fue incapaz de alimentar a su propia población y llegamos a depender del extranjero hasta para comer. En esas andamos todavía, y peor aún, pues ahora el campesinado forma parte de las mascotas que integran ese irreal ente bautizado como “el pueblo bueno y sabio”, que fenecería de hambre de no ser por las dádivas en dinero con las cuales AMLO creó su feudal clientela electoral. Patria: Tu superficie fue el maíz. El candidato se jactaba de su honestidad. En un discurso dijo: “Hay en esta ciudad doce burdeles. No he ido a uno solo de ellos”. Desde el fondo preguntó alguien: “¿A cuál?”. La parejita de recién casados fue a consultar a un médico, pues tanto él como ella se sentían exinanidos, o sea agotados, débiles. En el curso del interrogatorio clínico el galeno se enteró de que sus visitantes hacían el amor todos los días, y en ocasiones hasta dos veces en la misma fecha, sobre todo si era domingo o vacación. Después de revisarlos les indicó: “Están ustedes en peligro de muerte. Deberán abstenerse de tener sexo durante un mes”. A fin de evitar la tentación él se fue a dormir en su estudio de la planta baja. Dos noches transcurrieron. La tercera el muchacho no pudo aguantar más. Se dirigió a la alcoba donde su dulcinea estaba. A la mitad de la escalera la encontró. Le dijo apasionadamente: “¡Iba a morir en tus brazos!”. Exclamó ella con emoción igual: “¡Y yo iba a que me mataras!”. FIN.