Nuestros bebés abandonados
Los medios nos han enterado que hoy se abandonan más bebés en México que años atrás.

Los medios nos han enterado que hoy se abandonan más bebés en México que años atrás. De hecho, el abandono de bebés -niños menores de un año de edad- y de niños mayores pero no de más de 5 años de edad se ha elevado en México un 70% en los últimos seis años. Entre 2010 y 2016 se mantuvo un promedio de 71 niños abandonados cada año pero a partir de 2017 ese promedio anual se elevó a 120, y concretamente en 2022 y 2023 llegó hasta 145 casos por cada año. De 2010 a 2023 se reportaron 1,400 niños menores de 5 años abandonados en nuestro País… más los no reportados. En el caso específico de los recién nacidos, que son los menores de un mes de edad, se conocen bien dos modalidades de abandono que entre ellas se reparten a mitades: Los que son abandonados para que mueran y que por ello se dejan escondidos ya sea en basureros, montes y sitios muy alejados de núcleos poblados, y, por otro lado, los que se abandonan pero de tal manera que tengan la oportunidad de sobrevivir y ser rescatados por lo que suelen quedar fuera del alcance de animales, de las inclemencias del clima y siempre dejados en sitios y condiciones que se prevén seguros y al paso de transeúntes que los puedan ver o escuchar sus llantos y gemidos. En México se supone que el abandono de bebés y niños obedece a diversas motivaciones que se reparten entre tres causas: Un potencial oprobio público o sea presiones por vergüenza moral, por otro lado una combinación de pobreza material y racional, y finalmente casos en los que se abandonan por la percepción de incapacidad para atender a un hijo ya sea el único o bien otro más. Lo que más inquieta de este panorama es, como se lee al principio de este artículo, el crecimiento sostenido en los últimos años de este drama individual y social. Uno se puede preguntar por qué el abandono de un niño incapaz de cuidarse a sí mismo habría de ser legalmente más grave que el abandono de un adulto; al menos a mí me llama la atención que el Código Penal Federal de México establece una sanción de prisión de un mes a cuatro años a quien abandone a un niño en tales condiciones, y no es que tratemos aquí de castigos y punto sino que, como el castigo supuestamente es proporcional al daño potencial o ya ocurrido y se tiene claro que la vulnerabilidad del menor -especialmente la del recién nacido y del infantesupondría que la dimensión de esa pena es pequeña en relación al tamaño y condiciones del perjuicio. Quizás estas conductas y delitos estén con frecuencia marcados por desventajas psicológicas, culturales e incluso patológicas por quienes los cometen y que tales condiciones podrán ser atenuantes de la gravedad de los hechos, muy bien, de acuerdo, pero de ser así con mayor razón para que además de los protocolos de actuación reactiva por parte del Estado exista una mayor participación preventiva, más intensa que la que tenemos respecto a la genérica violencia intrafamiliar pues en casos de abandono de bebés y demás menores estamos hablando de los más indefensos de entre todas las personas, quizás solo superados en indefensión por aquellas pequeñas personas que ya han iniciado sus vidas en el seno de sus madres pero que todavía no nacen. La indefensión del recién nacido es tal que -no se extrañe nadie- suele ser la persona menos amada en el seno familiar, sin amigos, sin relacionarse con nadie, sin méritos del tipo de los que solemos aplaudir, es más, quizás aún sin ninguna gracia ni simpatía ni siquiera muestra alguna de querer nada que no sea comer. El asunto es más profundo y grave, tal parece que con frecuencia el pequeño –y la vida del pequeño- importa poco, o por lo menos importa menos que la vida del joven y del adulto. Una sociedad que no defiende la vida y bienestar de sus más pequeños es una sociedad interesada; interesada, sí, en el sentido material y utilitarista de la palabra. A los bebés les faltan muchos años para ser productivos o para ir a votar.