La desaceleración de EE.UU, China y la UE agrava la fragilidad de la economía mexicana
...el ambicioso Plan México de la presidenta Sheinbaum -que busca detonar infraestructura, “nearshoring”, innovación y empleos bien pagados- enfrenta un panorama difícil.

El entorno económico global se deteriora. La OCDE, el FMI y Fitch coinciden: EEUU, China y la Unión Europea enfrentan un bajo crecimiento. México, altamente dependiente de estos mercados, no es ajeno a las consecuencias.
EEUU, destino del 83% de las exportaciones mexicanas, crecerá apenas 1.6% este año (OCDE, 3 junio 2025). La errática política arancelaria de Donald Trump encarece importaciones, eleva precios e inhibe el consumo. El resultado: Menor demanda de productos mexicanos, reducción de inversiones y creciente incertidumbre.
De acuerdo con el FMI, China crecerá menos de 4% en 2025, con presiones deflacionarias y alto desempleo juvenil. La UE apenas crecerá 0.8%, con Alemania estancada e Italia y Francia enfrentando tensiones fiscales. La desaceleración sincronizada de estos tres debilita el comercio mundial y mina las perspectivas de países exportadores como México.
Para nuestro País, las previsiones son desalentadoras. El FMI estima una contracción de -0.3% en 2025. Banxico habla de 0.1%, la OCDE de 0.4%, y el sector privado apenas de 0.08%. Sólo Hacienda conserva su optimismo (1.5%-2.3%).
El impacto ya se refleja en el bolsillo. De acuerdo con el Inegi, el ingreso laboral real cayó 2.7% en el primer trimestre y en marzo la informalidad superó el 54% y el subempleo llegó al 6.6% de los ocupados. Además, la inversión fija bruta lleva tres trimestres a la baja, la confianza del consumidor y del empresario se deteriora, el consumo interno pierde fuerza y las altas tasas de interés restringen el crédito.
A esto se suma la desconfianza institucional: La reforma al Poder Judicial, la falta de reglas claras para la inversión y el centralismo creciente generan cautela entre empresarios nacionales y extranjeros. La incertidumbre política ya compite con la económica como freno estructural.
El frente fiscal tampoco está exento de riesgos. Si bien Hacienda reporta una recaudación superior a la esperada y proyecta un déficit de 3.9% del PIB para 2025, el margen para impulsar el gasto público sigue siendo limitado ante el bajo crecimiento y la presión del costo financiero de la deuda. Además, aunque el tipo de cambio se revalúa frente al dólar principalmente por la debilidad de la divisa estadounidense y no por factores internos, una prolongada percepción de incertidumbre política o institucional podría traducirse en una mayor salida de capitales y volatilidad cambiaria.
En este contexto, el ambicioso Plan México de la presidenta Sheinbaum -que busca detonar infraestructura, “nearshoring”, innovación y empleos bien pagados- enfrenta un panorama difícil. Y más grave aún: Si el crecimiento se estanca y los ingresos laborales no mejoran, difícilmente se podrá avanzar en metas sociales como reducir la pobreza, ampliar la cobertura de salud o mejorar la calidad educativa. Las promesas de bienestar quedarán atadas al desempeño económico que hoy simplemente no existe. Y si la frustración social crece, también crecerá el riesgo de inestabilidad política y ruptura institucional.
Por lo anterior, el Gobierno debe ajustar su enfoque y enfrentar con realismo las restricciones externas e internas. Ni el discurso optimista ni los planes bienintencionados bastarán para revertir la inercia sin decisiones firmes, creíbles y urgentes.
Eduardo Ruiz-Healy
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