A gobernar: El caso de Pemex
La 4T ya no tiene pretextos. Morena controla los tres poderes de la Unión (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) y la gran mayoría de los gobiernos locales.

Juegos de poder
Terminado el proceso electoral, contados los votos que corresponden a los candidatos de los “acordeones” que repartió Morena, capturado el Poder Judicial instaurando, así, un régimen político sin contrapesos, lo que sigue es gobernar: Solucionar los múltiples problemas que tiene este País.
La 4T ya no tiene pretextos. Morena controla los tres poderes de la Unión (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) y la gran mayoría de los gobiernos locales. Hemos regresado a un régimen de partido hegemónico. El poder se ha concentrado lo que entraña la responsabilidad de dar resultados.
Como decía la semana pasada en este espacio, la paradoja de la llamada Cuarta Transformación es que la concentración de poder no está funcionando para tener una mayor gobernabilidad y orden político en el País.
Hay muchas cosas que arreglar.
Una de ellas es Pemex. El monopolio público petrolero es un desastre por donde se vea. Está endeudadísimo. No les paga a sus proveedores. Cada vez produce menos petróleo. Las refinerías pierden dinero a raudales. El Gobierno, por tanto, ha tenido que salir a su rescate para evitar su insolvencia financiera.
La virtual quiebra de Pemex amenaza a las finanzas públicas del País. Si el Gobierno de Sheinbaum no resuelve este problema, existe el riesgo de que la petrolera acabe afectando al erario. Las calificadoras podrían degradar la calificación de la deuda soberana de México perdiendo el grado de inversión. Eso tendría consecuencias muy negativas para las finanzas públicas y, en general, para la economía nacional.
Lo de Pemex es insostenible y eso lo sabe la Presidenta.
Es hora de gobernar, es decir, de tomar decisiones difíciles y costosas.
Este martes, El Financiero publicó una nota de Bloomberg que decía: “Expertos aseguran que asociarse con Pemex en este momento ‘es una pesadilla para cualquiera en este momento, a menos que haya algún tipo de garantía gubernamental de que todo va a salir bien’,”.
Al día siguiente, el miércoles, este mismo periódico mostró otra nota que afirmaba: “Pese a ser una empresa ahogada en deudas, Petróleos Mexicanos pasa por un inusual buen momento en el mercado. Inversionistas han estado comprando los bonos de la petrolera, apostando a que la presidenta Claudia Sheinbaum podrá estabilizar sus finanzas y restaurar la credibilidad de la gigante estatal”.
¿Pesadilla o buen momento?
La primera nota da cuenta de cómo Carlos Slim se ha convertido en el socio privado más importante de Pemex. El hombre más rico de México ha invertido más de dos mil millones de dólares para, por un lado, adquirir el control mayoritario del yacimiento Zama que tenía la empresa estadounidense Talos; se prevé que este campo representará el 10% de la producción petrolera nacional. Por otro lado, el magnate también se unió con Pemex para explotar un proyecto de gas en aguas profundas de Lakach.
Slim, a diferencia de otros posibles inversionistas del sector energético, sí está dispuesto a arriesgar su dinero asociándose con Pemex. No requiere de garantías legales, como otros jugadores, porque si algo sabe hacer el empresario mexicano es manejar sus relaciones políticas con los gobiernos en turno. Además, a final del día, sólo está comprometiendo alrededor del 2% de su fortuna calculada en unos 100 mil millones de dólares. Si le sale mal el negocio con el Gobierno, puede hundir los costos sin mucho problema.
Más allá de Slim, no parece haber apetito de los privados para asociarse con Pemex, lo cual es un problema para desarrollar nuevos campos petroleros ahora que la empresa está produciendo alrededor de 1.6 millones de barriles de crudo diario, la menor producción en 40 años.
La segunda nota, la optimista, trata de cómo la Presidenta está directamente involucrada en resolver los problemas de Pemex. Su Gobierno pretende, al parecer, aumentar la producción a 1.8 millones de barriles diarios, aunque no han dicho cómo. Además, recortarán unos tres mil empleos y algunas ineficiencias en las refinerías.
La idea es mejorar la operación de la empresa. Sin embargo, lo que tiene contentos a los bonistas de Pemex es que el Gobierno invertiría unos 50 mil millones de dólares para refinanciar la enorme deuda de la petrolera.
En este sentido, la analista de Moody’s Ratings, Roxana Muñoz, dice que “la empresa reconoce el reto” y que “el apoyo ha sido más sofisticado con esta administración. Eso es un cambio”.
Está por verse qué tan sofisticado es el apoyo y si la Presidenta efectivamente presenta una solución real, más pragmática que ideológica. Tiene todo el poder para hacerlo. No hay pretextos.
Leo Zuckermann
X: @leozuckermann
Sigue nuestro canal de WhatsApp
Recibe las noticias más importantes del día. Da click aquí