Sin equilibrio de poderes
Malos tiempos llegaron. Y se anuncian, como en el Potrero dicen, otros todavía más “piores”.

Se llamaba Pascual Nieves Palomares. Amigo mío de juventud, vivía en un pequeño pueblo del centro de mi natal Coahuila. De vez en cuando nos invitaba a pasar algunos días en su terruño, y disfrutábamos entonces de una sabrosa vianda preparada por su señora madre, llamada patagorría (la sabrosa vianda, no la señora madre), un rico caldo con añadidura de vísceras de chivo. Sucedió que Pascual se fue “al otro lado”, y después de un par de años regresó convertido en Donald S. Pigeonhouses. (La S era de Snows). Venía en un carrazo Studebaker kilométrico, de tercera o cuarta mano, pero que él hacía ver de primera a base de lavarlo y encerarlo cotidianamente. El mismo día de su retorno guardó el coche, y aunque le pedíamos que nos paseara en él se negaba a sacarlo. “Es que luego los perros le muerden los pipotillos”, aducía. Los pipotillos eran los dispositivos por donde se echaba aire a las llantas. El amigo Pascual -Donaldlucía con orgullo una chaqueta de lana, gruesa, color verde olivo, con capucha y una inscripción que decía “U.S. Army”. Hacía un calor de 35 grados, pero él llevaba a todos lados su preciada prenda. Una no che, en la cantina del lugar, luego de dos o tres tequilas, nos hizo una confesión que al mismo tiempo nos causó risa y sorpresa: No había hecho la primera comunión. Eso significaba que nunca había estado con mujer, pese a andar ya por los 25 años. Nos propusimos ser sus padrinos, y lo llevamos con todo y chaqueta a la casa de mala nota del poblacho. Entre todos reunimos el monto de la tarifa que cobraba una de las mujeres del local, algo entrada ya en años y carnes pero que se veía sobradamente dueña de lo que ahora se llama expertise. Le informamos acerca de la inocencia de nuestro amigo, y se lo encargamos mucho. Ella nos dijo que no nos preocupáramos: Sabía cómo actuar en esos casos, aunque, aclaró, tenía poco tiempo en la profesión. A mí, la verdad, me pareció una de las fundadoras, pero me guardé mi comentario. Se llevó a nuestro nervioso ahijado al cuarto; pedimos nosotros unas cervezas y nos dispusimos a esperar. Transcurrieron cuatro cervezas y apareció la mujerona. “Misión cumplida -declaró-. Dos veces”. Fuimos al cuarto. Nuestro amigo estaba tendido en la cama; derrengado; mal cubierto por la percudida sábana; la cabeza caída fuera del lecho; lasos los miembros; perdida la mirada; como muerto. La frondosa y destrísima mujer le había sacado todos los alientos de la vida. Sintió él nuestra presencia, y con voz de agonizante nos pidió: “Llévenle la chaqueta a mi mamá”. En ese lamentoso estado quedó nuestro país después de la jornada electoral de ayer; luego de que la 4T -sin ánimos de compararla con la dama del relato- dejó a la República sin Poder Judicial, y por tanto sin el equilibrio de poderes necesario para que un Gobierno sujete sus acciones a los dictados de la ley y respete las garantías y derechos de los ciudadanos. Ya veremos cómo a esta elección con muchos pies y ninguna cabeza seguirán la charlatanería y la simulación, inveterata consuetudo -costumbre establecida- en los plebiscitos y consultas populares de Morena. El vocerío oficialista dirá que el proceso fue un clamoroso éxito; que el mundo se maravillará ante el inédito experimento democrático llevado a cabo en México, y que esta revolución pacífica traerá consigo un sistema de justicia nunca antes conocido en nación alguna del planeta. Algunos estados se salvaron del desastre, pero en lo federal no sólo retrocedimos: También fuimos hacia atrás. Malos tiempos llegaron. Y se anuncian, como en el Potrero dicen, otros todavía más “piores”. FIN.
Sigue nuestro canal de WhatsApp
Recibe las noticias más importantes del día. Da click aquí