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Cifras optimistas, economía frágil y un nuevo plan de desarrollo regional

La historia enseña que México ha tenido múltiples programas de desarrollo regional fallidos en distintos sexenios.

Eduardo Ruiz-Healy

Ayer, en la conferencia de prensa de la presidenta Claudia Sheinbaum, el secretario de Hacienda, Édgar Amador, aseguró que el PIB creció 0.8% en el primer trimestre de 2025, destacando que fue “prácticamente el doble” de lo estimado por los analistas. Pero se refirió a la cifra interanual y no al crecimiento real trimestral que, según el Inegi, fue de apenas 0.2%. La diferencia revela el contraste entre el discurso oficial y la realidad económica.

Aunque se presume una economía en expansión, los datos exigen cautela. Si bien es cierto que la desocupación está en mínimos históricos, que las exportaciones alcanzaron su mayor nivel en cinco años y que la balanza comercial mostró un superávit notable, también es un hecho que un crecimiento trimestral de 0.2% confirma que la economía está prácticamente estancada.

En la misma mañanera, el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, dijo que la inversión extranjera directa marcó un récord: 21.4 mil millones de dólares en el primer trimestre. Las razones hay que buscarlas no tanto en una mejora estructural interna o a una política económica eficaz sino en la relocalización de empresas hacia México debido al reposicionamiento global de las cadenas de suministro.

Pero no toda IED es igual de valiosa. El 78% del total provino de la reinversión de utilidades de empresas ya establecidas en el País; sólo 9% correspondió a nuevas inversiones. Esta distinción es crucial porque si bien la reinversión refleja confianza operativa, las nuevas inversiones son las que generan empleos, construyen fábricas, transfieren tecnología y fortalecen el tejido industrial. Son las que verdaderamente transforman la economía. Si México quiere crecer de forma sostenida, necesita más capital fresco, no sólo utilidades recicladas.

Para compensar la debilidad interna, el Gobierno lanza los Polos de Desarrollo Económico para el Bienestar (Podecobi), zonas con incentivos fiscales, infraestructura y trámites simplificados para atraer inversión nacional y extranjera. Hay 41 polos identificados y el paquete de estímulos incluye deducciones del 100% en activos fijos y del 25% en capacitación o I+D.

La intención es buena, pero la historia enseña que México ha tenido múltiples programas de desarrollo regional fallidos en distintos sexenios. Las Zonas Económicas Especiales impulsadas por Peña Nieto y canceladas por López Obrador en 2019 son sólo el ejemplo más reciente. Felipe Calderón apostó por corredores logísticos que nunca pasaron del papel. Vicente Fox promovió el Plan Puebla-Panamá, con la ambición de integrar y detonar el desarrollo del Sur-sureste, pero sus resultados fueron prácticamente nulos. Con Salinas, los programas de Solidaridad Productiva terminaron diluidos en clientelismo. Y Zedillo anunció corredores multimodales como el del Istmo, que quedaron en el olvido. ¿Qué será diferente ahora?

La economía sigue siendo frágil. El Gobierno acierta al contener la inflación, mantener disciplina fiscal y fomentar la inversión, pero el crecimiento es insuficiente. Si los Podecobi funcionan como verdaderos motores de desarrollo regional e industrial, Claudia Sheinbaum pasará a la historia por lograr lo que ninguno de sus antecesores consiguió: Convertir en hechos las promesas de desarrollo regional.

Eduardo Ruiz-Healy

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