Habemus papam tuitero
El tono de las publicaciones de Prevost es moderado y hasta respetuoso. Pero marcan una clarísima distancia con las políticas antinmigrantes del actual Presidente estadounidense.

Todavía no había acabado el día en que Robert Prevost se convirtió en el primer Papa estadounidense cuando ya le habían sacado los recientes tuits que escribió criticando al presidente Donald Trump y a J.D. Vance, su vicepresidente. Es extraño que el Vaticano, tan cuidadoso, no haya borrado la cuenta atribuida al futuro pontífice (@drprevost) en una de las redes más populares y combativas que existen.
Dos teorías: Una, que era tan poco probable que Prevost llegara a ser Papa que a nadie se le ocurrió limpiar su pasado cibernético en X; y la otra, que estamos en una época en la que el pasado ya no se puede borrar y, en realidad, no había nada que esconder. Sí, el nuevo Papa es pro-inmigrante y no es trumpista.
El cardenal Prevost, ahora el papa León XIV, no aparecía en ninguna de las listas de favoritos para reemplazar a Jorge Mario Bergoglio, aunque tuvo una relación muy cercana con el antiguo pontífice y le debe a él su puesto como prefecto del Dicasterio para los Obispos. Eso lo dio a conocer en el pequeñísimo círculo de 133 cardenales que, finalmente, lo eligieron jefe.
El tono de las publicaciones de Prevost es moderado y hasta respetuoso. Pero marcan una clarísima distancia con las políticas antinmigrantes del actual Presidente estadounidense. En uno de ellos, Prevost repostea un comentario hecho por otro religioso en que se critica la “ilícita deportación” a El Salvador de un residente legal de Estados Unidos, Kilmar Abrego García. También hay una referencia explícita a la reunión entre Trump y Nayib Bukele, presidente de El Salvador, quienes autorizaron dicha deportación. Y, además, en el comentario original se leen tres frases sobre el controversial caso: “¿Acaso no ves el sufrimiento? ¿Está tu conciencia tranquila? ¿Cómo puedes quedarte callado?”.
En otra publicación de X, ésta sí escrita por él en febrero de este año, Prevost dijo que Vance estaba equivocado al tratar de justificar el maltrato a los inmigrantes en Estados Unidos. “Jesús no hace categorías”, escribió. El vicepresidente es católico, visitó al papa Francisco en Roma poco antes de que él muriera y fue, quizás, el último político en hacerlo. Y el nuevo Papa no está de acuerdo con él.
Las críticas del nuevo Papa a Trump y a Vance se suman a otros mensajes en que, por ejemplo, muestra su apoyo a los “Dreamers”, los inmigrantes que entraron ilegalmente a Estados Unidos cuando eran niños. Hay mucho que rascar digitalmente. Sus décadas viviendo en Perú, uno de los países más desiguales del hemisferio Sur, también lo marcaron. Es imposible haber sido obispo de la Diócesis de Chiclayo y no entender los problemas de violencia, pobreza y marginación a los pueblos originarios y la falta de oportunidades en América Latina.
Prevost, sobra decirlo, es cuidadoso con lo que publica en las redes sociales. Inició su cuenta antes de que Twitter cambiara de nombre, tuiteaba relativamente poco y, en muchos casos, en lugar de criticar a alguien solo repostea o cita los comentarios de otros. Ya veremos si él sigue usando X o si el Vaticano toma el control de su cuenta, como suele suceder.
Me llamó la atención que en su primer discurso como Papa en la Plaza de San Pedro, León XIV habló en italiano y español, pero no en inglés. Hubiera sido lo normal, ya que nació en Chicago, pero aun así decidió no hacerlo. Fue como si el inglés hubiera dejado de ser el idioma indispensable, al menos por un momento. A veces los silencios pesan más.
Mientras que Trump levanta barreras comerciales, impone aranceles y quiere dictarle al mundo cómo comportarse, el primer discurso del nuevo Papa fue totalmente opuesto, hablando de paz, puentes y agradecimiento. Prevost es lo peor que pudo pasarles a las ideas expansionistas y abusivas de Trump. Es un Papa real frente a un personaje que publicó en la cuenta oficial de la Casa Blanca un meme de él vestido de Papa.
No tengo ni la menor idea de lo que pasó en la Capilla Sixtina, pero si dos terceras partes de los cardenales escogieron como Papa a un estadounidense, ahí hay un mensaje. Trump ya no es el estadounidense más famoso e influyente del mundo. Ni tiene 1400 millones de feligreses como Prevost. El nuevo Papa no tiene que convertirse en enemigo o contrincante de Trump, pero sí será su contrapeso. León XIV, sencillamente, no se puede quedar callado cuando se ataca en su propio país a inmigrantes, estudiantes, jueces, abogados y activistas.
A pesar de todo lo anterior, creo que la verdadera lucha de León XIV no será fuera de la iglesia sino dentro. Hay enormes presiones para que siga el camino de Francisco y transforme el catolicismo. No se puede hablar de amor y misericordia cuando no se han resuelto cientos de miles de casos de abuso sexual causados por sacerdotes. Solo en España, para dar un ejemplo, una comisión calculó que podría haber cerca de 400 mil casos.
La Iglesia Católica tampoco puede predicar la igualdad y la justicia social cuando no permite, siquiera, que las mujeres se conviertan en sacerdotes y, mucho menos, en pontífices. Ante la simple pregunta de “¿por qué no?” la iglesia siempre tiene las excusas más simplistas y absurdas.
Como quiera que sea, León XIV llega en buen momento. Y aunque todos queremos ver en él lo que nos falta, es, de entrada, otro punto de resistencia al extremismo trumpista.
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