Muy lejos de Dinamarca y muy cerca de Cuba
No es que vayamos hacia una dictadura: Es que ya estamos en ella.

De política y cosas peores
Don Francisco J. Santamaría viajó de la Ciudad de México a su natal Tabasco. Le preguntó un reportero de periódico: “¿Viene usted a jugar para Gobernador?”. “No, hijo -le contestó don Pancho-. No vengo a jugar. Vengo en serio”. Si digo que Morena es un partido de Estado, y que México es un Estado partido, no estoy haciendo un inane juego de palabras: Estoy afirmando una verdad. El partido creado por López Obrador se confunde con el Gobierno, a la manera como lo hizo el llamado partido de la Revolución. Así lo muestra la carta enviada a Morena por la presidenta Sheinbaum, misiva en la cual dio un manotazo a los capitostes del organismo por los vicios en que han caído, iguales o peores que aquéllos en que incurrieron los priistas cuando el PRI todavía era el PRI. Eso, sin embargo es pura chileta, como dicen mis laboriosos paisanos de Ramos Arizpe, Coahuila, para aludir a algo que es nimiedad, nadería, cosa baladí. Preocupa, sí, el convenio, pacto, acuerdo o lo que haya sido que firmó en La Habana la secretaria general de Morena con el Partido Comunista de Cuba. De sobra está decir que la infortunada Isla es, desde que Castro se apoderó de ella, una prisión gobernada por un régimen despótico, dictatorial, conculcador de todas las libertades y permanente violador de los derechos humanos. Esa acción de Morena, que obviamente no habría podido llevarse a cabo sin la anuencia de la presidenta Sheinbaum, es claro indicio que confirma el totalitarismo creado por AMLO, al cual su sucesora le está poniendo segundo piso, según su propia frase. El aniquilamiento del Poder Judicial mediante la elección popular de los juzgadores, elección que sería risible si no fuera trágica, representa el final en México del sistema de frenos y contrapesos, elemento sin el cual no puede existir la democracia. No es que vayamos hacia una dictadura: Es que ya estamos en ella. Muy lejos nos hallamos de Dinamarca, y muy cerca de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Yo ya estoy más p’allá que p’acá, pero mis hijos y mis nietos están más p’acá que p’allá, y les tocará mirar lo que yo no quiero ver. Pobres ellos, y pobre México. Lo mejor que en este momento puedo hacer es darle otro trago a mi taza de café y cambiar de tema. La señorita Peripalda, catequista, sentía en su lecho de soltera vagos impulsos que la conturbaban. Una noche se cubrió el rostro con su chal para no ser reconocida y se apersonó ante la mujer que en una esquina ofrecía sus servicios a los que pasaban. Le pidió alargándole un billete: “Dime cómo atraer las tentaciones, que ya sabré yo cómo caer en ellas”. A este propósito no entiendo al Yahvé del Antiguo Testamento. Primero les puso la tentación a Adán y Eva, y después se enfureció porque cayeron en ella, y los castigó hasta el fin de los tiempos. Mí no comprende, como dijo el gringo. A esa tramposa y asechadora deidad le es aplicable la redondilla de Sor Juana: “Parecer quiere el denuedo / de vuestro parecer loco / al niño que pone el coco / y luego le tiene miedo”. Pero advierto que estoy yendo del humor a la teología. Mejor y más ameno -y humano- camino es el que lleva de la teología al humor. El conferencista preguntó a sus oyentes: “¿Quién es, en opinión de ustedes, el mejor hombre que ha habido sobre la faz de la Tierra?”. Levantó la mano uno y respondió: “Jesús”. Dijo otro: “Moisés”. Un pequeño señor manifestó: “El mejor hombre que habido sobre la faz de la Tierra es Antolino Virulé”. “¿Antolino Virulé? -se desconcertó el conferenciante-. Nunca he oído hablar de él. ¿Quién es?”. Contestó el señorcito: “Es el primer marido de mi esposa”. FIN.
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