Edición México
Suscríbete
Ed. México

El Imparcial / Columnas | Noticias de México | EL IMPARCIAL /

Las malas mañas de Morena en blanco y negro

Morena ha sido muy exitoso. Desde su fundación hace once años, rápidamente se convirtió en partido hegemónico.

Leo Zuckermann

Juegos de poder

Morena ha sido muy exitoso. Desde su fundación hace once años, rápidamente se convirtió en partido hegemónico.

Como en las épocas doradas del autoritarismo priista, todo aquel ciudadano que quiere hacer política tiene que integrarse a las filas del único partido relevante, antes el PRI, ahora Morena. Y, cuando el club se hace el único y más grande, se cuela la gente con las peores prácticas y valores.

Comienza, así, la decadencia.

Si Morena rápidamente se hizo partido hegemónico, también rápidamente entró en decadencia.

Con sus peleas internas, la protección de personajes indefendibles, integración de políticos de la peor ralea, abuso y ostentación del poder, Morena ha perdido esa superioridad moral que tanto presumía López Obrador. Ya no son diferentes (en mi perspectiva nunca lo fueron); son iguales o peores de todo lo que decían combatir.

Ahí está, para comprobarlo, el documento que acaba de publicar el partido titulado “Lineamientos para el comportamiento ético que deben tener las personas representantes, servidoras públicas, protagonistas del cambio verdadero y militantes de Morena”.

No tiene desperdicio.

Es un reconocimiento a las malas prácticas que se han instaurado en los morenistas.

Por escrito tienen que prohibir “utilizar recursos humanos, materiales o financieros de carácter público para beneficio personal, familiar, gremial o de grupo, o con fines distintos a sus actividades oficiales, representativas o partidarias”.

No se vale “realizar viajes aéreos en primera clase o utilizar vehículos aéreos privados, sin importar el origen del recurso erogado para tal efecto” o el uso de “vehículos blindados, servicios de seguridad privada o personal de apoyo excesivo”.

Se condena el “turismo político”, “el consumismo” o la “ostentación material como joyería, ropa de marcas exclusivas, propiedades o automóviles de alto valor, restaurantes o turismo de lujo”.

Los morenistas, ¿por qué será?, no podrán utilizar su encargo “para solicitar o promover tratos exclusivos, privilegios o prebendas” u “organizar eventos oficiales o partidarios con dispendio o exhibir eventos privados ostentosos”.

Tampoco “solicitar o recibir recursos humanos, materiales o financieros de empresarios, proveedores, medios de comunicación o cualquier agente privado o grupo de interés con la promesa de obtener un beneficio a su favor desde encargos públicos”.

Como si no fuera obvio, se prohíbe “ejercer cualquier forma de violencia, ya sea física, verbal, simbólica, sexual, sicológica, política, en todas sus expresiones”.

Los morenistas no deben “emitir declaraciones públicas que desacrediten a otras personas militantes o las decisiones colectivas del movimiento” o “difundir o promover información falsa, manipulada o malintencionada sobre otras personas militantes o decisiones colectivas del movimiento con el propósito de obtener ventajas personales o electorales”. Tampoco organizar campañas de linchamiento digital en las redes. Todo esto aplica a militantes porque a los demás mexicanos, que no son morenistas, sí se vale.

Resulta una chulada la prohibición de “utilizar las instituciones públicas como herramientas de intimidación o persecución política, o para inhibir la participación de aspirantes en procesos de elección”. Entre ellos no se vale. Hacia fuera, sí, y vaya que son unos expertos en esta práctica.

Otra belleza: No se vale “filtrar o manipular información interna a medios de comunicación o actores externos con el propósito de generar división, desconfianza o confrontación entre militantes, representantes o aspirantes a encargos de elección”.

Como lo propuso la Presidenta, queda prohibido el nepotismo dentro del partido o en uno aliado.

Agréguese “la entrega o promesa de pagos, dadivas, encargos, candidaturas, programas del bienestar, servicios públicos u otra contraprestación a cambio de obtener respaldo, de votar o abstenerse de votar en un sentido determinado, o de participar en eventos políticos o proselitistas”.

La cosa se pone mejor. Morena prohíbe “intervenir, promover o tolerar esquemas clientelares o corporativos con fines político-electorales”.

Eso ya es de risa loca, igual que la proscripción de “utilizar la mentira o el engaño como táctica de convencimiento electoral, formulando propuestas o promesas falsas o poco realistas conforme a la competencia del encargo”.

Y, para terminar con este catálogo de lo que hay que evitar, está prohibido “imponer métodos de votación a mano alzada o exigir evidencias fotográficas que comprueben el sentido del voto para orientar o coaccionar la voluntad de quien lo emite”.

Una maravilla de documento que pone en blanco y negro lo que son, pero no quieren ser.

Leo Zuckermann

X: @leozuckermann

Sigue nuestro canal de WhatsApp

Recibe las noticias más importantes del día. Da click aquí