Llamado a la paz en Medio Oriente
Con sobra de razón se dice que hay que trabajar para vivir, no vivir para trabajar. Feo vicio es el del infeliz que en inglés se llama workaholic.
“En lunes ni las gallinas ponen”. Así dice un proverbio mexicano con el cual se justifica el hecho de no ir a trabajar ese día. Mi inolvidable amigo Jesús “El Charro” Garza Arocha sabía de dos grandes venturas humanas: La buena mesa y la canción. Nos reunía los lunes en su finca de General Cepeda, hermoso pueblo mágico de mi natal Coahuila, y disfrutábamos con él las bendiciones celestiales del pan, la amistad y la música. Comíamos mejor que los parroquianos de El Bulli -Chuy era insigne guisandero-, y cantábamos canciones como “Sentencia”, “Amor perdido”, “Nochecita” y similares, quizá desafinadamente, pero con mucho sentimiento. Dios ama a los que cantan bien, y nos perdona a los que cantamos mal. En días laborables el Charro fabricaba ladrillos. Dio a conocer en medio mundo el famosísimo Saltillo tile, hecho con barro saltillero, más fino que el preciado caolín con que se hacían en tiempo de las emperatrices las porcelanas chinas, tan delicadas que se quebraban si las veías con demasiada intensidad. Tan bueno es ese ladrillo que te da pena pisarlo. En aquellas reuniones manifestaba Chuy: “Si mis albañiles no van a trabajar el lunes ¿por qué voy a ir yo?”. Sabia postura a fe mía. Con sobra de razón se dice que hay que trabajar para vivir, no vivir para trabajar. Feo vicio es el del infeliz que en inglés se llama workaholic. Yo jamás en mi vida he trabajado. Sucede que escribir no es trabajo para mí, sino deleite. Aunque no me pagaran seguiría escribiendo sin esperar más recompensa que la de ser leído. (Ojalá mis editores no lean esto). Pues bien: Lo que escribí ayer domingo para ser leído hoy lunes lo escribí con alegría. He aquí que en un acuerdo sin precedentes -así lo calificó el periódico Reforma- los líderes de las comunidades judía y libanesa hicieron en forma conjunta un llamamiento a la paz en Medio Oriente. De esas dos comunidades han derivado frutos valiosísimos en bien de México, y ahora sus dirigentes dan un bello ejemplo de elevada calidad humana. Pongo aquí los nombres de Elías Achar, presidente del Comité Central de la Comunidad Judía en México, y de Daniel Karam, presidente del Consejo Directivo del Centro Libanés. A ambos por igual, y a sus representados, les expreso no sólo mi admiración, sino también mi agradecimiento, pues con su actitud fortalecieron en mí la fe en el hombre y en su capacidad para hacer suyo el sufrimiento de los inocentes y buscar solidariamente una vida en paz y con tranquilidad. Libaneses y judíos deben sentir orgullo por esta declaración que enaltece a ambas comunidades y da prestigio a nuestro País. Aplaudo con entusiasmo a los señores Karam y Achar. Si como actuaron ellos actuaran los líderes de las naciones no habría guerras en el mundo. La chica y su novio le pidieron al papá de la muchacha unos minutos para hablar con él. Dijo el señor: “Si lo que quieren es casarse, mi respuesta es sí. Pero si lo que quieren es que les preste el coche la respuesta es no”. Una recién casada les contó a sus amigas: “Mi marido llegó anoche con el ánimo caído, pero en la recámara se lo levanté”. Tabu Larrasa, mujer joven, no tenía en qué sentarse. Quiero decir que estaba plana por atrás. En nada se parecía a la vedette que le pidió al fotógrafo que la iba a retratar: “Tómeme mi mejor ángulo”. “No puedo -respondió el de la cámara-. Está usted sentada arriba de él”. Contrariamente, Tabu carecía de redondeces en la parte Sur. Capronio, majadero tipo, le recomendó: “Ve al Seguro”. “¿Para qué?” -se extrañó ella. Replicó el inurbano sujeto: “Para que hagas cola”. FIN.
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