Dos amigous y un amigo
Dos amigous y un amigo tenía López Obrador. Los amigous eran Trump y el embajador Ken Salazar. El amigo era el “Subcomandante Marcos”. Los tres le han dado la espalda.
DE POLÍTICA Y COSAS PEORES
Don Chinguetas, lo sabemos ya, es un vivalavirgen, o sea un irresponsable, un hombre sin formalidad. Cierto día su esposa, doña Macalota, volvió con anticipación de un viaje y lo encontró en el lecho conyugal acompañado por una preciosísima morena de ojos verdes, undosa cabellera bruna, labios sensuales (Nota de la redacción. Nuestro estimado colaborador dedica seis fojas útiles y vuelta a la prolija descripción de los encantos de la dama que acompañaba al protagonista de su historia, descripción que, aunque sumamente interesante, nos vemos en la penosa precisión de suprimir por falta de espacio). Al ver a su marido en ese trance de claro contenido erótico doña Macalota prorrumpió en dicterios de gran peso, de los cuales el más leve fue “cabr…”. A ellos contestó don Chinguetas en la siguiente forma: “Me hiciste dejar el juego, el cigarro, la bebida. ¿Y ahora quieres que también deje esto? ¡Caramba, mujer! ¡No tienes llenadera!”. Dos amigous y un amigo tenía López Obrador. Los amigous eran Trump y el embajador Ken Salazar. El amigo era el “Subcomandante Marcos”. Los tres le han dado la espalda. Trump se jactó de haber tenido en AMLO a un sumiso servidor, y llegó a decir en su cerril lenguaje que lo había doblado. Por su parte el embajador Salazar se sacó súbitamente del sombrero un comentario crítico acerca de la reforma judicial propuesta por el tabasqueño, señalamiento que provocó el enojo del cacique y lo llevó a tachar de injerencista al representante del país del Norte. “Marcos”, por último, quien antes pareció compartir ideas con López, se deslindó claramente de él. Mientras tanto no acaban las ocurrencias del megalómano caudillo. Ayer afirmó que tanto Estados Unidos como Europa necesitan transformarse, háganme ustedes el refabrón cavor, y dio a entender que esa transformación debe seguir el mismo camino que la suya. Pierde piso el autócrata, y en los últimos días de su sexenio se desquicia tanto de palabra como de obra. Eso obliga al escribidor a seguir predicando en el desierto, igual que numerosos críticos que señalan las aberraciones de AMLO. Todos vemos con igual preocupación cómo el autoritario demagogo está llevando a México hacia una dictadura de la cual tardará años e infelices días en salir... La mamá de la recién casada habló con ella: “Veo a tu marido más flaco que antes. ¿Está comiendo bien?”. Respondió la muchacha: “No es la comida lo que lo tiene así. Es el postre”. Una señora fue al súper, y por casualidad se topó ahí con su esposo, que había comprado un ramo de flores. Le dijo: “Espero que esas flores sean para mí”. Otra señora escuchó eso y comentó: “Ahora lo serán”. Himenia, célibe otoñal, le contó a su amiga Loretela: “Anoche, en el parque, un hombre me iba a hacer el amor a punta de pistola”. “¡Qué barbaridad! -se consternó la amiga-. Y ¿qué sucedió?”. Relató la señorita Himenia: “El hombre gritó; vino un policía y me quitó la pistola”. Al oficiar la misa de bodas el padre Arsilio le preguntó a la contrayente: “¿Prometes serle fiel a tu marido, respetarlo, cuidar de él en la salud y en la enfermedad, administrar con cuidado el patrimonio familiar y acompañarlo en lo próspero y lo adverso hasta el último día de la vida?”. Ante el asombro del buen sacerdote contestó la desposada: “Son demasiadas cosas. Que escoja una”. Don Cucoldo tenía sospechas acerca de la fidelidad de su mujer. Sus recelos aumentaron cuando junto con ella revisó los planos que el arquitecto les presentaba para su nueva casa: “Y por favor, arqui -le pidió la señora-. Que el clóset de la recámara tenga puerta a la calle”. FIN.
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