1968 y 2024
Dicen que la historia se repite. Y vaya que parece ser así.
Genaro Lozano
Dicen que la historia se repite. Y vaya que parece ser así. 1968 fue el año más explosivo de la de por sí explosiva década de los años 60. La década de tres magnicidios y de una larga guerra. La década en la que un Presidente, un líder social y un candidato presidencial fueron asesinados. El presidente John F. Kennedy, el líder social Martin Luther King Jr. y el candidato demócrata Robert F. Kennedy. Estados Unidos estaba involucrado militarmente en Vietnam, una larga e impopular guerra, mientras que la ciudadanía, el pueblo, se sentía cada vez más alejado de los partidos y de la clase política. En marzo de 1968, un presidente demócrata, Lyndon B. Johnson, anuncia que se baja de la contienda y que no buscará la reelección. Ese verano la ciudad de Chicago era la sede de la Convención Nacional Demócrata, el lugar donde se nominaba oficialmente al candidato presidencial de este partido. La militancia demócrata, especialmente los más jóvenes, quería un candidato pro paz, un candidato progresista que pusiera fin a la guerra de Vietnam y que llevara a EU al crecimiento económico y que abanderara los temas progresistas como el derecho a decidir. La dirigencia del partido no escuchó. Los liderazgos demócratas se atrincheraron. La élite del partido eligió a Hubert Humphrey, un candidato moderado, demasiado mainstream, tradicional, proguerra y hasta conservador, a pesar de sus orígenes liberales. La base demócrata quería a Eugene McCarthy, un progresista que había hecho campaña prometiendo el fin de la guerra. Las calles de Chicago se llenaron de manifestantes. Richard J. Daley, el alcalde demócrata de la ciudad, ordenó usar la fuerza policiaca para reprimir a los manifestantes antiguerra a las afueras del Anfiteatro Internacional, sede de la Convención. Chicago fue un campo de batalla. La élite del partido le levantó la mano a su candidato. En noviembre, el republicano Richard Nixon arrasó en la contienda. Ganó 32 estados. Humphrey sólo trece. El partido le dio la espalda a su militancia y así le fue.
Dicen que la historia se repite. 2024, el año de tiempos de locura. Época de un intento de magnicidio a Donald Trump, un ex Presidente y candidato presidencial. Estados Unidos involucrado en dos guerras. En Ucrania ante la invasión rusa y en un apoyo irrestricto a Israel en su ocupación de Palestina. Sudáfrica, Colombia y Brasil denuncian un genocidio palestino. Las imágenes de la devastación muestran en efecto un abuso al Derecho internacional sin precedentes. Un genocidio en pleno siglo XXI. La militancia demócrata, especialmente los más jóvenes, los hispanos y los afroamericanos, protestan por la guerra en Gaza y a exigir un cambio en el apoyo de Estados Unidos. El presidente demócrata Joe Biden se tapa los ojos y desoye las críticas, refrenda su apoyo a Israel y busca la reelección a sus 82 años. Llega el primer debate presidencial y es doloroso el desempeño del demócrata. Su salud flaquea. La presión para que desista y se baje de la contienda aumenta. El 21 de julio la sensatez triunfa y Biden se convierte en el segundo Presidente demócrata en funciones en no buscar la reelección. Chicago espera nuevamente a los demócratas para nominar a un nuevo candidato presidencial. La élite del partido abraza a la vicepresidenta Kamala Harris.
A 104 días de la elección presidencial, el Partido Demócrata está nuevamente en una profunda crisis. Biden respaldó inmediatamente a Harris, pero la ex senadora y ex fiscal de justicia de California no es una política popular. Su mano dura en migración, en política de drogas y su apoyo a Israel tampoco gusta a los más jóvenes ni a los más progresistas ni a los latinos ni a los afroamericanos del partido. Kamala podría terminar siendo la Hubert Humphrey del 2024 en la Convención Demócrata en Chicago, la candidata presidencial electa por las élites y no por las bases. Hoy ella ya tiene precisamente el respaldo de unidad de las élites, pero falta por ver a las bases. Hoy los demócratas se debaten entre la unidad o la revuelta. Chicago podría ser una revolución.
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