Atentado contra Donald Trump
Por estos días Dios está de moda en el país vecino, pues a su intervención se atribuye el hecho de que Trump haya salido indemne del atentado que sufrió.
La curvilínea asistente de don Algón empezó a desabotonarse la blusa frente a su jefe, que se hallaba contestando una llamada telefónica de su mujer. Dijo el ejecutivo: “Y ahora tengo que colgar, mi vida. Estoy tratando con el personal lo de un aumento de sueldo”.
El director del zoológico se sorprendió al ver que el encargado de la pareja de hipopótamos le estaba pintando los belfos con lápiz labial rojo al hipopótamo hembra. Explicó el tipo: “Ya estoy hasta la m... de que la gente me pregunte cuál es el macho y cuál la hembra”.
El doctor Salvador Depitos, urólogo especializado en enfermedades venéreas, observó que el oftalmólogo del consultorio vecino había puesto en su puerta la pintura de un ojo a fin de anunciar su especialidad. Comentó: “Es una pena que yo no pueda hacer lo mismo”.
Don Languidio le contó a su esposa: “El médico de la compañía me revisó de la cintura para arriba, y me autorizó media pensión”. Acotó la señora: “Si te hubiera revisado de la cintura para abajo te habría autorizado pensión completa”.
“Lo siento, Libidiano -le dijo la linda chica al persistente galán-. Nunca podrás entrar a mi corazón”. “¿Pero a otras partes sí?” -preguntó esperanzado el lúbrico sujeto.
Aquel esposo había perdido toda la dentadura. Sin conocimiento de su esposa se mandó hacer una placa dental. La noche del día en que la estrenó llegó a su casa, y en la oscuridad de la alcoba se metió en la cama. Sintió que su mujer estaba despierta, y a fin de darle a conocer la novedad hizo sonar la dentadura como crótalos, o sea castañuelas. “Está bien -dijo la señora-. Pero que sea rapidito, porque no tarda en llegar el chimuelo”.
Innumerables mexicanos se llaman Jesús, pero ni un solo norteamericano lleva ese nombre. De raíces puritanas, nuestros vecinos consideran irreverencia, si no es que sacrilegio, usar el santo nombre de Dios Hijo. En su lugar utilizan eufemismos como “Gee!” para no decir “Jesus!”, así como exclaman “Gosh!” en vez de “God!”. El sabroso platillo de nieve conocido como “Sundae” se llamó originalmente “Sunday”. El cambio obedeció a la exigencia de predicadores que juzgaron que llamar “Sunday” a algo tan frívolo como un helado era faltarle al respeto al día del Señor.
Por estos días Dios está de moda en el país vecino, pues a su intervención se atribuye el hecho de que Trump haya salido indemne del atentado que sufrió. Tal cosa, dicen los partidarios del inmoral magnate, es prueba impepinable de que el Señor es republicano y quiere que su candidato vuelva a la Casa Blanca. En cuestiones relacionadas con la intervención divina profeso un cauteloso escepticismo. He sabido que unos clérigos bendicen las armas de un ejército al tiempo que otros piden la bendición de Dios para las armas del ejército contrario. Quizá lo mejor será dejar que el Padre se esté en paz en su trono, sin mezclarlo en cuestiones que nada tienen de divinales. Dios está en el cielo, en la tierra y en todo lugar, menos en la política. Si Trump es reelegido pensarán algunos que en eso se metió más bien la competencia del Señor, pero en eso también yo seré escéptico.
El Chato Severiano, entrañable personaje de mi tierra, se vio en el lecho de la última agonía. Su esposa llamó a un sacerdote a fin de que le administrara el sacramento de la extremaunción. “Proceda -le indicó el Chato al cura-. Pero apresure el trámite, porque no creo en cosas taumatúrgicas”. En igual forma es de dudarse que Trump se haya salvado por voluntad del Cielo. Se salvó porque no le tocaba. Y como dice la sabia reflexión del pueblo: “Cuando te toca aunque te quites, y cuando no te toca aunque te pongas”.
FIN.
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