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Pobre México, tan lejos de la verdad y tan cerca de la 4T.

. Catón

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

En su harén el sultán exclamó desolado: “¡No es posible! ¿A las trescientas les duele esta noche la cabeza?”. Ya conocemos a Capronio: Es un tipo grosero e incivil. Su suegra iba a hacer un viaje. Le preguntó Capronio: “¿Está asegurada su escoba?”. La trabajadora social entrevistaba a doña Fecundina, señora viuda que pedía el apoyo económico de la beneficencia pública. La mujer le informó a la entrevistadora: “Tengo ocho hijos. Dos con mi primer marido; dos con el segundo, y los otros cuatro por mi cuenta”. “Se vende una mula”. Tal era el nombre del sainete que mi amigo Eduardo Arizpe y yo llevamos a escena en los lejanos tiempos, tan cercanos, de nuestra primera juventud. Él hacía el papel del ranchero que vendía la acémila; yo el del galancete que iba a pedir la mano de su hija. Pensó el hombre que yo estaba ahí por lo de la mula, y se entabló entonces un gracioso diálogo. “Debo advertirle que come mucho”. “No me importa, señor. La puedo mantener”. “Y es de muy mal carácter. Cuando se enoja tira mordidas y patadas”, “Tendré mucho cuidado”. “Además, es muy ped...”. Aquí venía la carcajada de la gente, y el regocijado aplauso. Ninguna razón hay para la risa o para el regocijo si vemos lo que está sucediendo en nuestro País. Eso de la consulta de dos días que Claudia Sheinbaum anunció para preguntarle a la gente qué piensa de los jueces, como paso previo a la reforma judicial propuesta por la voz de su amo, es algo más que un sainete: Es una farsa que debería avergonzar a la futura Presidenta, pues bien sabe que la tal consulta es una simulación, un burdo engaño, una mentira que ni el más convencido morenista creerá. No quiero ominar calamidades, pero todo indica que vamos camino de tener más de lo mismo. Pobre México, tan lejos de la verdad y tan cerca de la 4T. Senectus ipsa morbus. La ancianidad es en sí misma una enfermedad. Eso dijo Terencio en su comedia “Formio”. Siglos después, el español Jorge Manrique se dolió en las dolidas coplas de pie quebrado que escribió a la muerte de su padre: “Las mañas y ligereza, /y la fuerza corporal/ de juventud,/ todo se vuelve graveza/ cuando llega el arrabal/ de senectud”. He citado de memoria, que nunca acude cuando la cito. Lo anterior viene a propósito del viejecito -por los 100 años andaría de edad- que en la agencia funeraria de su pueblo compró un ataúd. Le preguntó el encargado: “¿Se lo enviamos a su casa o se lo va a llevar puesto?”. (Debe haber sido un desgraciado ese cab…). No conozco individuo más fatuo y vanidoso que Jactancio. Estuvo con una linda chica en la habitación número 210 del Motel Kamawa. Al terminar el consabido trance le dijo a la muchacha: “Sé que esto fue algo maravilloso para ti. Pero ¿lo fue también para mí?”. Doña Holofernes, la esposa de don Poseidón, granjero, le avisó a su marido: “La próxima semana cumpliremos 30 años de casados. Voy a matar al marrano”. “¡Óyeme no! -protestó don Poseidón, vehemente-. ¡Qué culpa tiene el pobre animalito!”. La tía de Facilda se enteró de que su sobrina se acostaba con Pedro, Juan y varios. Y los varios eran muchos. Le preguntó, azorada: “¿Al menos practicas el sexo seguro?”. “Sí, tía -aseguró Facilda-. A todos les doy un nombre falso”. En el Bar Ahúnda cuatro tipos hablaban de cosas de sensualidad. Dijo uno: “A mí me agrada que mi mujer vista ropa íntima de encaje negro”. Declaró otro: “A mí me gusta más que use lencería blanca”. Manifestó el tercero: “Yo prefiero verla con brassiére de media copa y pantaletita crotchless de seda gris adornada con florecitas de color de rosa”. “¡Ah! -exclamó el cuarto-. ¡Entonces tú eres el marido de Ligeria!”. FIN.

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