Una gana, otra pierde
Pobre consuelo tras el avasallante triunfo de Morena será decir que en estos días Xóchitl Gálvez, después de perder, está ganando.
De política y cosas peores
“¡Viejo ratero!”. Desde la reja de la casa el perico de la señorita Peripalda le gritaba eso al alcalde del pueblo cada vez que pasaba frente a él. Se molestaba el edil, claro. A nadie le gusta que le digan sus verdades. Así, envió a un par de sus jenízaros a hablar con la dueña del cotorro: O lo quitaba de la ventana o lo quitaban ellos. Temerosa, la señorita Peripalda echó al loro al corral de las gallinas. El lascivo gallo vio a aquel extraño pajarraco verde y fue hacia él con claras intenciones lúbricas. “¡Momento! -lo detuvo el perico, terminante-. ¡Exijo respeto para un preso político!”... Doña Frigidia y don Frustracio acudieron a un consejero matrimonial. El señor se quejó, lamentoso: “Mi mujer me da sexo solamente dos días en el año: El de mi onomástico y el de nuestro aniversario de bodas. Yo le pido que al menos me lo dé también en Noche Buena y el día de San Valentín”. “¿Lo ve, doctor? -prorrumpió llena de indignación doña Frigidia-. ¡Me casé con un maniático sexual!”... Pobre consuelo tras el avasallante triunfo de Morena será decir que en estos días Xóchitl Gálvez, después de perder, está ganando, en tanto que Claudia Sheinbaum, después de ganar, está perdiendo. Intentaré explicar la paradoja. Concluida la jornada electoral la candidata de la oposición mostró entereza y calidad humana. Reconoció la victoria de su adversaria, y la felicitó. Hizo frente con energía de mujer íntegra y fuerte al necio líder panista que le reclamó en forma grosera haber hecho tal reconocimiento, y en sus comparecencias de estos días ante los medios se ha conducido con decoro y dignidad. Su imagen no se ha deteriorado; más bien ha crecido. La verdad es que no perdió ella: Perdieron el PAN, el PRI y el PRD, gastadas siglas que no alcanzó a contrarrestar la candidata ciudadana. Caso muy diferente es el de Claudia Sheinbaum. Se está viendo claudicante frente al emperador, y al aceptar hacer con él una gira por varias partes del País aparece como su escudera. Ha cedido ante el autoritarismo de AMLO; está propiciando la percepción de un posible maximato que haría de la primera mujer elegida Presidenta el instrumento de un hombre. No debió haber aceptado la señora ese periplo al lado del caudillo. Ella lo acompaña a él; no él a ella. Cada uno por su lado habría sido lo mejor. López para despedirse (?); Sheinbaum para agradecer los votos de quienes la eligieron y para trasmitir un mensaje de conciliación a todos los mexicanos. “Busca tu luz”, le aconsejó la veterana actriz Sara García a un novel Lalo González, “El Piporro”, que se colocaba, tímido, en un rincón del escenario. La futura Presidenta está actuando como mujer del pasado ante un hombre del pasado... A punto de alumbramiento llegó una mujer al hospital. La enfermera le preguntó al hombre que la acompañaba: “¿Cuál es el nombre de su esposa?”. Respondió el sujeto: “¿Es necesario involucrarla a ella en este asunto?”... Una isla desierta en el Pacífico del Sur. Playa de arena blanca; mar de color azul turquí; palmeras, trinos de aves y rumores de brisa tropical. Aquel hombre se hallaba rodeado por tres hermosas féminas desnudas: Una rubia, una morena y una pelirroja. Las tres le prodigaban caricias que sólo puedo calificar de íntimas, pues las normas de la moral y la decencia me impiden describirlas a cabalidad. “¡Qué delicia! -exclamó el hombre arrobado-. ¡Esto supera las más eróticas y ardientes fantasías sexuales que en mi vida pude concebir! ¡Pellízquenme, por favor, para saber que no estoy soñando!”. Las mujeres lo pellizcaron. El hombre se despertó. Estaba soñando... FIN.
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