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¿Sientes que desperdiciaste tu vida?

Al final la vida se resume en un dilema: ¿Qué vamos a hacer con lo que nos pasó?

Un hombre que no se podía dormir decidió dejar de pelearse con el sueño y salir a andar. Vivía a pocas cuadras del mar, así que en cuestión de minutos llegó a la playa. Se sacó los zapatos y se puso a caminar por la arena mojada, a donde llegaban las olas. Así caminó más de dos horas, sumido en sus pensamientos.

Hizo una pausa y se sentó a unos metros de la orilla. La oscuridad era absoluta y sólo se escuchaba el ruido del mar y del viento. Después de un buen rato decidió emprender el regreso.

Al poco tiempo de haber emprendido la marcha tropezó con algo. Era una bolsa de plástico y al abrirla pudo palpar que estaba llena de pequeñas piedras. Dudó en qué hacer, y finalmente tuvo la idea de ir arrojando las piedritas de a una, mientras caminaba.

Como estaba al lado de la orilla y el mar estaba calmo, podía escuchar el ruido que hacía cada piedra al caer en el agua.

Caminó las más de dos horas de regreso entreteniéndose mientras arrojaba esas pequeñas piedras al mar, mientras escuchaba el sonido que hacían.

Cuando llegaba al final del recorrido en el cual tenía que salir de la playa para tomar la calle de regreso a su casa, ya amanecía. Quiso ver cuántas piedritas quedaban, para ver si dejaba la bolsa en la playa, si las tiraba todas juntas al mar, o qué hacía.

Con la creciente luminosidad que había pudo ver que esas piedritas parecían cristales. Tomó uno y lo miró a contraluz del amanecer, para tomar consciencia de que no era una simple piedrita, sino que eran diamantes.

La angustia se apoderó de él. Inmediatamente intentó buscar los últimos que había arrojado al agua.

Se dio cuenta que la tarea era imposible. ¿Cómo encontrar un pedazo de piedra transparente en medio del agua?

Desahuciado, se sentó nuevamente a metros de la orilla. Se maldijo por no haberse dado cuenta que eran diamantes, y haber estado tirándolos como un estúpido.

Con el correr del tiempo se fue serenando. Palpando la bolsa -no se animaba a abrirla-, se dio cuenta que quedaban pocos. ¿Cuántos habría arrojado al mar? ¿150? ¿200?

Enfrentado con su realidad decidió abrirla y contarlos. Quedaban 17. Cerró la bolsa.

Finalmente tomó consciencia de que era rico. No importaban los diamantes que había desperdiciado. Quedaban 17 y estaba dispuesto a aprovecharlos.

Esta historia anónima es un reflejo de nuestras vidas. Cuántas veces sentimos que hemos desperdiciado años, décadas, y que nuestra vida ya pasó sin que hiciéramos lo que debiéramos haber hecho. Que ya es tarde.

Dicen que los cinco principales arrepentimientos de las personas que se están muriendo son:

-No haber vivido la vida que queríamos vivir, sino la que interpretamos que los demás pretendían para nosotros.

-Haber trabajado más de lo necesario.

-No haber expresado suficientemente nuestros sentimientos.

-No haber compartido más tiempo con nuestros amigos.

-No haber sido más felices.

La vida no es redonda. Desborda. No entra en una caja, ni en nuestras ideas acerca de cómo debiera ser. Cómo tendría que ser nuestra pareja; cómo debieran comportarse familiares y amigos; cómo tendríamos que ser nosotros mismos; cómo debiera ser nuestro cuerpo o nuestro trabajo. No funciona así.

Si las entendemos… las cosas son lo que son. Y si no las entendemos… las cosas son lo que son.

Al final la vida se resume en un dilema: ¿Qué vamos a hacer con lo que nos pasó?

¿Y tú? ¿Qué piensas hacer? ¿Llorar y seguir victimizándote? ¿O tratar de hacer lo mejor que puedes con lo que tienes?

Autor de “Un elefante en la habitación”, historias sobre lo que sentimos y no nos animamos a hablar. Conferencista.

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