Humor dominical
Anécdotas humorísticas y diálogos satíricos sobre temas variados, incluyendo política, relaciones y situaciones cotidianas.
Un voto por Morena es un voto contra México.
Don Leovigildo leía en el periódico las noticias acerca del conflicto en Gaza. Le preguntó a su esposa: “¿Qué te parece la posición árabe?”. Al punto respondió ella: “No empieces con tus cosas”.
El Ensalivadero es un umbroso y solitario sitio al que acuden por la noche las parejas en plan húmedo. Ahí Libidiano le propuso a Susiflor que se pasaran al asiento trasero del coche. Ella se negó. Le dijo: “No puede haber sexo sin amor”. Replicó el salaz sujeto: “Tengamos sexo. El amor luego veremos dónde nos lo conseguimos”.
Rosibel le contó a su amiga Loretela: “Mi novio no cree en el más allá”. “El mío sí -declaró ella-. En el más allá de las rodillas”.
El juez le dictó prisión preventiva a un sujeto. Le dijo: “Lleva usted consigo las herramientas propias de un ladrón de casas”. Arguyó el tipo: “Entonces condéneme además por delitos sexuales. También traigo conmigo la herramienta”.
“De pronto me vi rodeado de indios -relató el vaquero del Oeste-. Indios por aquí; indios por allá; indios por todos lados”. “¡Qué barbaridad! -exclamó uno de sus oyentes-. ¿Y qué hiciste?”. “¿Qué querías que hiciera? -replicó el vaquero-. Tuve que comprarles las cobijas”.
Con moderada pena Pirulina, muchacha soltera, les informó a sus papás que estaba ligeramente embarazada. El señor le preguntó: ¿Se casará contigo el padre de la criatura?”. “Pienso que sí -declaró Pirulina-. Ya tengo la promesa de tres de los posibles”.
La pareja que ocupó aquella noche la suite nupcial del hotel se veía muy dispareja. Ella era una mujer en flor de edad, pimpante, exuberante, rozagante. El desposado, en cambio, se veía añoso, gotoso y achacoso. Aquí entre nos diré que tan desigual casorio tenía explicación. La novia era pobretona. En cambio don Argento -así se llamaba el maduro señor- poseía, a más del don, el din, o sea el dinero. Y como dicen los italianos: “Amor fa molto; il denaro tutto”. El amor hace mucho, el dinero todo. Hilaire Belloc, escritor inglés con nombre galicano, escribió el siguiente dístico, desfachatado quizá, pero sincero: “I’m tired of love; I’m still more tired of rhyme, / but money gives me pleasure all the time”. Estoy cansado del amor, y más aún de la poesía, pero el dinero siempre me da placer.
Vuelvo a mi historia. Al día siguiente de la noche de bodas entre la joven mujer y el provecto carcamal, la mucama del hotel llamó discretamente a la puerta de la habitación de los recién casados y preguntó, cautelosa: “¿Se puede?”. Con feble voz respondió el añoso novio: “Se trata”.
Doña Chonina fue a confesarse con el padre Arsilio. Le hizo la relación de nimias culpas: chismes; un pleito con la vecina; haber faltado a misa algún domingo. El señor cura, sin embargo, se había enterado de ciertas conductas de la penitente, de modo que la interrogó, severo: “Dime, mujer: ¿engañas a tu esposo?”. Contestó doña Chonina, humilde. “¿Pos a quién más, padrecito?”.
El doctor Ken Hosanna le hizo un completo examen clínico a su curvilínea paciente, para cuyo efecto le pidió que se quitara su ropa y se pusiera una breve bata que ni por asomo podía cubrir todo lo que asomaba. Al terminar la auscultación le anunció con voz grave: “Siento mucho, señorita, tener que decirle algo”. “¿Qué?” -se alarmó la bella joven. Respondió el facultativo: “Ya puede vestirse”.
Candidito, muchacho ingenuo, iba a casarse con Laurelia. Preocupado le comentó a un amigo: “Veo a mi novia tan pura, tan inocente y casta, que no sé si me permitirá que le haga el amor”. “Claro que te lo permitirá -lo tranquilizó el otro-. ¿Por qué iba a hacer una excepción contigo?”. FIN.
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