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Claudia en Tercer Grado

Claudia Sheinbaum encarna la convicción y frialdad de un liderazgo que despierta preocupación por su fidelidad al lopezobradorismo y su disposición a ejercer el poder sin límites, mientras sus detractores claman por la necesidad de contrapesos institucionales para mantener el equilibrio democrático.

Venía de buen humor, la típica actitud de los políticos que ya se sienten ganadores porque van muy arriba en las encuestas. Claudia ya actúa como la próxima Presidenta de México.

Si pierde el próximo 2 de junio, no entenderá qué pasó. Seguramente, como lo hizo su mentor, rechazará el resultado y argumentará que le hicieron fraude electoral.

Después de estar una hora platicando con ella, junto con mis cinco colegas en la mesa de Tercer Grado, me quedó claro que, hoy más que nunca, el País requerirá de contrapesos.

Puede ser que Claudia triunfe, pero esta mujer debe estar limitada en el poder que ejerza.

Así lo creo de todos los presidentes porque, como demócrata-liberal que soy, defiendo un régimen de división de poderes con pesos y contra pesos. Sin embargo, estoy aún más convencido que debe ser el caso con Sheinbaum porque Claudia es la más fiel creyente del lopezobradorismo y su intención de concentrar el poder.

El lunes entendí a cabalidad por qué López Obrador la escogió a ella como su sucesora.

Coincide con el Presidente en el fondo y formas del proyecto de la llamada “Cuarta Transformación”.

Aunque carece del carisma de AMLO, Claudia le ha aprendido varias de sus mañas para enfrentar a la prensa. Como su mentor, evade las preguntas difíciles con largas peroratas que desvían la atención de lo cuestionado. Rechaza que le pregunten cosas que no considera adecuadas para la audiencia.

No se permite ni un atisbo de autocrítica. Todo lo que ella y el Presidente han hecho a lo largo de la historia ha estado bien. Muy bien. Excelente. No han cometido ni un error.

Y, lo peor de todo, es que miente con una frialdad escalofriante.

Digo miente porque es capaz de decir, sin que se le mueva un músculo de la cara, que en México no hay militarización, que la próxima administración no tendrá un problema de finanzas públicas, que el ex ministro Zaldívar no ha hecho nada malo, que los presuntos corruptos de este sexenio son inocentes hasta que no se les demuestre lo contrario, que el gobierno de la Ciudad de México no cometió equivocación alguna en el manejo de la pandemia de Covid-19.

Mientras respondía con una convicción plena, yo me preguntaba si ella sabía que estaba mintiendo o, peor aún, si de verdad se estaba creyendo lo que decía. Recordé un episodio del show de Jerry Seinfeld cuando le pide a su amigo George Constanza que lo enseñe a mentir. El eficaz mentiroso consuetudinario le recomienda: “No es una mentira si tú crees que es verdad”.

¿Será que ella cree que todo eso es verdad?

¿Será que el lopezobradorismo vive en un mundo diferente al que yo percibo?

¿Será que en realidad no hay una militarización en el País?

¿Será que ya tenemos un sistema de salud mejor que el de Dinamarca?

¿Será que el gobierno hizo una estupenda labor en el manejo de la pandemia?

¿Será que yo, y muchos de mis colegas, estamos alienados y vemos una realidad completamente diferente?

No soy ingenuo. Sé que todos los políticos del mundo mienten como parte de su profesión. Pero me perturba verlos mentir con tal frialdad y convicción. Rememoro las novelas de Orwell y Koestler sobre cómo los soviéticos mentían con tal seguridad que

convencían a tanta gente, algunos muy inteligentes, de las maravillas de la construcción del nuevo hombre comunista.

Creo que los panelistas de Tercer Grado hicimos las preguntas relevantes. El tiempo no permitió hacer más. Por desgracia, se quedaron algunas importantes en el tintero como la caída de la Línea 12 del Metro o la relación de la candidata con el partido más corrupto de México, es decir, el Verde.

El ejercicio, sin embargo, sirvió para conocer más al personaje que probablemente gobernará nuestro País. Claudia es una lopezobradorista de hueso colorado. Ella se siente orgullosa de eso. Lo que no pudo hacer AMLO, lo realizará Sheinbaum porque es la soldada más leal “del proyecto”. Se vale. Pero creo que lo más sano es que esta mujer tenga algún tipo de límites en el ejercicio del poder. Hoy, más que nunca, creo en el valor de los contrapesos. De un Congreso con el que tenga que negociar para sacar adelante su agenda legislativa. De un Poder Judicial que pueda declarar inconstitucionales leyes que contravengan la Carta

Magna. De órganos del Estado que realicen labores tan importantes como organizar las elecciones con autonomía e independencia.

No se equivocó López Obrador en escoger a Claudia como su sucesora. Es la incondicional.

Igual que él, miente con una convicción perturbadora.

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