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Mirador

La importancia de sentirse mayúsculo radica en reconocer la grandeza incluso en las cosas más pequeñas.

Armando  Fuentes Aguirre

Las letras mayúsculas se sentían muy mayúsculas.

A las minúsculas las desdeñaban porque eran minúsculas.

¡Ah, qué mayúsculas eran las mayúsculas! Mayúscula la T, mayúscula la M, mayúscula la O. En cambio las minúsculas ¡qué minúsculas! Miren: t, m, o.

Un buen día, cansadas de ser llamadas minúsculas, las minúsculas se rebelaron e hicieron una manifestación mayúscula. Las mayúsculas no se preocuparon: Aunque la manifestación fuera mayúscula no dejaba de ser de minúsculas. Eso la hacía una manifestación minúscula.

Al paso del tiempo, sin embargo, las mayúsculas se vieron solas, y eso las hizo sentirse minúsculas. Pensaron que, después de todo, las minúsculas no eran tan minúsculas. Las buscaron, entonces, y les dijeron que aunque fueran minúsculas ellas también eran mayúsculas.

Del anterior relato saco una conclusión; nadie debe sentirse mayúsculo. Esa frase es para escribirse con mayúsculas, pero escrita con minúsculas se ve mejor.

¡Hasta mañana!

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