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Abusocracia

Lo presentado en la mañanera sobre María Amparo Casar exhibe al régimen en el cual vivimos.

No, no es una denuncia legítima de corrupción. No, no es un acto legal por parte del Estado, facultado por las leyes existentes. Lo presentado en la mañanera sobre María Amparo Casar exhibe al régimen en el cual vivimos. Una abusocracia que utiliza la plataforma política más poderosa del País para amedrentar y difamar a ciudadanos críticos. Nada más, nada menos. Y cualquiera que justifique lo que ha hecho el Gobierno en realidad está defendiendo el poder sin límites, el poder sin contenciones, el poder sin ética, el poder sin reglas. El poder que actúa desaforadamente para desacreditar a cualquiera que ose discrepar, señalar o investigar. Desplegado una y otra vez contra Carmen Aristegui, Azucena Uresti, Anabel Hernández, Peniley Ramírez, Nayeli Roldán, Pamela Cerdeira. Ceci Flores, Marcela Turati, Natalie Kitroeff, Karla Quintana e incluso la autora de esta columna. El Presidente nombra brujas y procede a quemarlas, con el aplauso estruendoso de quienes le ayudan a cargar la leña.

López Obrador está siguiendo el libreto del viejo régimen autoritario, pero lo hace con más ahínco. Ahí están los mismos vicios resucitados y reforzados. La captura del Estado por un partido que usa al aparato público con fines políticos. El uso faccioso de las instituciones, para ponerlas a disposición del Tlatoani en turno. La violación de la ley por parte del Gobierno que debería insistir en su cumplimiento. Todo ello nutrido con el argumento de que el fin justifica los medios. Para poner primero a los pobres hay que destruir la reputación de quienes denuncian la mentira, la corrupción y las pulsiones autoritarias que acompañan la reducción de la pobreza. Para encarar desigualdades históricas, hay que cometer abusos legales, inconstitucionales, e inmorales. Para sancionar a los presuntos criminales a discreción, hay que violar la presunción de inocencia y el debido proceso. AMLO pide a sus simpatizantes apoyar actos antidemocráticos en nombre de “más democracia”, y lo obedecen sin chistar.

Aun suponiendo que hubiera irregularidades en el caso Casar, eso no justifica erigirla como culpable para ser juzgada en la plaza pública. Pero en la abusocracia actual, López Obrador hace lo que se le da la gana, sin tomar en cuenta procesos judiciales, sin reparar en las reglas existentes para investigar sin venganzas o vendettas. Lo suyo es difamar sin pruebas, o torcerlas a conveniencia. Lo suyo es mentir sobre los demás, para distraer la verdad sobre los cercanos. No le importa ni le preocupa violar la Ley de Acceso a la Información y Protección de Datos Personales. No le quita el sueño ni le remuerde la conciencia doxear o poner en riesgo a quien erige como enemigo existencial en esa hoguera de las vanidades que es la mañanera. Le tiene sin cuidado incluir falsedades comprobables en su libro “¡Gracias!”, porque se siente omnipotente e impune. López Obrador asume que Claudia guardará silencio sobre sus abusos y le protegerá las espaldas desde Palacio Nacional.

María Amparo Casar -al frente de Mexicanos Contra la Corrupción- lleva años denunciando la corrupción corrosiva y transexenal. Pero las indagatorias recientes calan más hondo porque apuntan al séquito de los nuevos saqueadores. A los primos y a los amigos del Clan de Andy y Bobby y José Ramón López Beltrán, que aprovechan su cercanía al Gobierno para hacer negocios con el Gobierno. Ahí están los audios, los contratos, los conflictos de interés que van desde la puerta de la “Casa Gris” hasta los rieles del Tren Maya. Ahí están las investigaciones realizadas en el periodo de Peña Nieto, que contradicen la narrativa del oficialismo sobre el talante “opositor” del MCCI en el sexenio actual. Como candidato, AMLO citaba la Estafa Maestra, y los sobornos de Odebrecht investigados por Casar y su equipo. Ahora decide perseguirlos porque le conviene como distractor o atizador de la enjundia contra las élites, olvidando que los lopezobradoristas ya forman parte de ellas y son igualmente rapaces.

La trágica ironía del sexenio ha sido la metamorfosis de López Obrador. La víctima se volvió victimario. El mártir se volvió verdugo. El perseguido se convirtió en perseguidor. Y ante su reconversión regresiva va un mensaje para él: Andrés Manuel, el pecado de la abusocracia es tuyo. El crimen es tuyo. La vergüenza es tuya. Y tú ya te vas, pero nosotros seguiremos aquí. De pie y con la frente en alto.