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Yo sí marché

Yo sí marché en defensa de la democracia y lo seguiré haciendo cuantas veces sea necesario.

Yo sí marché en defensa de la democracia y lo seguiré haciendo cuantas veces sea necesario. Marché como ya lo había hecho tantas veces antes, contra el fraude de 1988, contra las elecciones de Estado, contra el control gubernamental de las elecciones, contra el clientelismo y el uso político de programas sociales, contra el duopolio televisivo, contra la impunidad en Ayotzinapa y la Guardería ABC, contra la militarización -de antes y ahora-, contra los feminicidios, contra la destrucción del INE, contra la captura morenista de las instituciones, contra la regresión a un sistema de partido hegemónico/autoritario, contra el regreso del pasado, contra la desmemoria.

Yo sí marché a favor de mantener viva la aspiración democrática, a favor de componer lo descompuesto y no destruirlo, a favor de la pluralidad, a favor de los derechos que nos quieren arrebatar, a favor de los observadores electorales, a favor del voto libre, a favor de la transparencia, la rendición de cuentas y los contrapesos, a favor de conquistas ciudadanas que López Obrador y Morena preferirían olvidar, a favor de pensar distinto y discrepar del poder sin que te llamen traidor al pueblo o a la Patria.

Yo sí marché para recordarles a quienes intentan reescribir la historia o no vivieron en el México del viejo régimen, que mucho de lo que está en riesgo hoy fue construido por ciudadanos presionando, exigiendo, manifestándose. Como bien apuntó Lorenzo Córdova, “hace apenas cuatro décadas no teníamos elecciones libres”. No había credencial de elector, ni boletas numeradas ni ciudadanos al frente de las casillas ni padrón confiable ni autoridades electorales autónomas del partido hegemónico. No había forma de procesar las diferencias sin violencia o mayoriteo o marrullería. Se hacía política con miedo porque si disentías eras perseguido, hostigado y señalado como ocurre ahora.

Yo sí marché pero no en defensa de una candidatura o una campaña o un partido o una coalición. Y aunque hubiera sido así, en una democracia se vale ser opositor sin ser descalificado por ello, ya que alertar contra la regresión no significa ser panista o priista. Significa ser ciudadano con el derecho constitucional de criticar al Gobierno en turno sin que te saquen a gritos de un lugar público o el Presidente te difame o las diputadas de Morena te demanden o el Gobierno filtre tus datos personales o la autoridad militar del aeropuerto te amedrente. Significa ser parte del pueblo y reivindicar derechos que el poder mayoritario hoy quiere arrebatarnos.

Yo sí marché y como ocurre con toda movilización no controlada por él, López Obrador no la entendió. Como en la famosa marcha blanca del 2004 contra la inseguridad -que llevó a la aprobación de los juicios orales- AMLO dice que fue una manipulación de “la derecha”, cuando fue una movilización de los mexicanos. No fue la marcha del Prian sino la marcha del ciudadano. No fue la marcha contra el Gobierno sino la marcha en defensa de una escalera para llegar al primer piso del poder, que ahora Morena pretende destruir y quedarse ahí.

De nuevo, López Obrador demuestra que sabe cómo entregar recursos, pero no sabe cómo atender reclamos. Reclamos legítimos de mexicanos legítimos, preocupados porque Morena nos vuelva a colocar las cadenas que antes nos puso el autoritarismo priista. Consternados por los ataques feroces a las instituciones que deberían ser más autónomas, no menos. Alarmados por el Plan C y las pulsiones autoritarias que refleja, compartidas por Claudia Sheinbaum. Peleando para que conquistas de mi generación no sean pisoteadas por un poder tan abusivo como lo fue el viejo PRI. Luchando porque comprendemos que la democracia no sólo es la voluntad aplastante de las mayorías; también abarca los derechos y la protección y el respeto a las minorías. Junto con una Constitución en la que cabemos todos y todas; una Constitución que no es propiedad de nadie.

Quienes estábamos ahí compartimos la convicción de que las instituciones sí se tocan, pero sólo si es para mejorarlas. Y esa convicción es apoyada por los de arriba y los de abajo. Los ricos y los pobres. Los mexicanos, todos y todas. El pueblo, plural como lo es México. A Benjamín Franklin se le preguntó qué tipo de Gobierno habían creado los “Founding Fathers”, y respondió “Una República, si la pueden conservar”. Como ciudadanos libres, nos toca conservarla.