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La carrera presidencial parece estar resuelta

La intercampaña es inmejorable momento para reflexionar sobre el rumbo político del País.

La intercampaña es inmejorable momento para reflexionar sobre el rumbo político del País. El termómetro indispensable son las encuestas, que sugieren una brecha inalterada de 25 a 30 puntos entre Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum tras dos meses de precampañas. Tan grande es la distancia que, como comparable, a estas alturas del 2018 algunos analistas ya descartaban a Meade (PRI) y urgían un voto útil en favor de Anaya (PAN) como única esperanza para vencer a López Obrador, sólo que esta vez la resignación encubierta obliga a negar la temprana resolución electoral. ¿Cómo se llegó a este punto? ¿Por qué se esfumó cualquier esperanza que pudo haber despertado Gálvez en círculos panistas (y algunos priistas)?

Varios motivos explican el colapso frentista. Quizá el más potente descansa en el anticlimático maridaje de dos partidos otrora rivales: PRI y PAN. Si bien en las últimas décadas las fronteras ideológicas que les distanciaban se diluyeron hasta volverse casi indistinguibles, a más de un panista le causa ronchas una alianza con el partido cuya corrupción se volvió insignia; del otro lado, a más de un priista le indigesta el ala ultraderechista representada por los Téllez, Rementería, Quadri y compañía. Como muestra de que en política uno más uno no siempre es igual a dos, Xóchitl Gálvez terminaría ahora mismo unos 10 puntos por debajo del porcentaje de votos obtenido en conjunto por Anaya y Meade en 2018: Un retroceso indefendible para la coalición.

Otra razón determinante es la retahíla de tropiezos que Xóchitl Gálvez reparte como máquina dispensadora. La candidata del PRI/PAN no escatima cuando de acumular errores se trata. Cuando parece que lo hemos visto todo, irrumpe la escena en afán “sostén mi bebida” (hold my beer) para derrochar frases mal colocadas, contradicciones evidentes, bendiciones politiqueras, acusaciones infundadas o discursos anodinos. Su improvisación sistemática agota y disuade.

Pero los méritos de López Obrador y Sheinbaum guardan un lugar especial. Oráculus, portal reputado por su rigurosa metodología, compara la aprobación presidencial desde hace años. Ahora mismo indica que AMLO tiene la mayor aceptación en la historia democrática del País tras cinco años de mandato, con un 68% que brilla aún más frente al extranjero. La otra cara de la moneda, la del futuro, está representada por una candidata sin conflictos de interés conocidos, con resultados tangibles en política de seguridad, de probada trayectoria militante y un pulcro manejo de la correlación de fuerzas al interior del partido; Sheinbaum se percibe como mujer honesta, auténtica y preparada, y eso premia.

Algunos tienen depositada una última esperanza en los tres debates pactados. Harían bien en practicar la cautela por dos poderosos motivos. En primer lugar, estos eventos televisados nunca han sacudido las preferencias en México y a nivel mundial rara vez lo hacen (menos con 30 puntos por remontar). En segundo, si la apuesta opositora es inflar las expectativas -es decir, “calentar el evento”- tienen todo por perder; George W. Bush salió bien librado frente a Al Gore porque los demócratas esperaban una paliza, y el republicano sólo tuvo que evitar una goleada y apegarse a una actuación gris para salir en hombros (si suena contraintuitivo es porque lo es).

Otros tienen fe ciega en que Gálvez presentará al cinco para las doce un programa ilusionante y rupturista. El mejor consejo para esos ánimos desanclados de la realidad es que no esperen de pie. En primer lugar, la candidata no es particularmente conocida por ser una mujer de grandes ideas (tampoco regulares). Segundo, la alianza PRI-PAN dificulta acuerdos (ver caso Coahuila). Tercero, Morena elevó la vara del cambio con política pública, y no será fácil para cualquier oposición convencer sobre la urgencia de regresar al pasado (neoliberal) o de girar 360 grados hacia algún vacío hoy inaccesible. No se endereza el rumbo extraviado con remedios milagrosos.

A sólo cuatro meses de la elección, el ánimo nacional sugiere que Claudia Sheinbaum será la primera Presidenta de México. Y será bien merecido.

Mario Campa