Tiempo nublado
López Obrador y los suyos son los clásicos populistas despóticos que llegan por la vía democrática para inmediatamente destruir todo a su paso.
Habrá que empezar estas líneas explicando lo que no es López Obrador y sus acompañantes. Se presumen de izquierda y progresistas, pero en la realidad no tienen ni los valores ni el carácter de esta corriente política. En el mundo democrático actual, la izquierda se reconoce por un proyecto de avanzada y por su talante liberal, ecologista, dialogante, lejos de la confrontación estéril y la imposición, siempre ajenos a la lógica del abuso y la perpetuación. Nada de estas características los acompaña.
López Obrador y los suyos son los clásicos populistas despóticos que llegan por la vía democrática para inmediatamente destruir todo a su paso, culpar de todos los males al pasado, inventar enemigos a combatir y exponerlos ante las masas como los adversarios de la Patria, construir la excusa para derruir lo existente y al final allegarse los recursos y los despojos institucionales para hacerse del poder.
Con una fingida alarma denunciaban en tiempos recientes un “golpe blando” y explicaban -desde sus cómodos sillones-, que las fuerzas conservadoras -en el lenguaje más simplista-, tenían tomado el País para evitar el progreso social.
Nada de eso se sostiene, todo lo contrario, alejándose de los elementales principios democráticos con los que arribaron al poder, han colonizado todas las instituciones desnaturalizándolas y poniéndolas de rodillas. La Suprema Corte está lejos de ser lo que fue. Arturo Zaldívar, ha sido el ministro complaciente que acuerda todo con su jefe para edulcorar con los ropajes de la simulación las sentencias.
El jurista que toda tiranía requiere para darle la justificación, similar a los jueces del sistema judicial cubano, quienes arman la mascarada y al final dictan condenas lacerantes para la población de la sufrida isla; 25 años por protestar legítimamente y terminar acusados de sedición.
La CNDH es quizá el producto más representativo de esta regresión autoritaria y antidemocrática que vive el País, su actuación en este régimen es una mancha en los logros que había alcanzado a favor de los DDHH; favoreció la militarización y ha sido incapaz de señalar yerros en el Ejecutivo federal o en gobiernos de Morena.
Hace recomendaciones en temas que no le competen, mientras en los que debería de atender guarda silencio. México vive ahogado en una marejada de sangre y estos instrumentos que los procesos políticos construyeron para señalar y condenar van asimilándose al mando presidencial, desfigurándose para convertirse en una instancia aduladora del poder.
Estamos viviendo un régimen aristocrático, ya que si el partido que detenta el poder en México como en Sonora posee una estructura autocrática, es inútil que se proclame de izquierda y aliado de las masas. En estricto sentido es un partido de castas, ya que hay una sola voz acompañada de ambiciosos que se someten sin mediar argumento ni disidencia.
En nuestro Estado las condiciones son las mismas, ningún legislador se atrevió a modificar o sugerir cambios al presupuesto aprobado, la explicación nunca se dio, los medios fueron ignorados y la ciudadanía burlada. Lo que ha sucedido esta semana en Sonora y México augura rupturas y escisiones, los tiempos de acuerdos y propuestas comunes han desaparecido, el malestar político y social se avecina.
En 1983, Octavio Paz editó un libro de ensayos sobre los últimos momentos políticos que le tocaba vivir, las tensiones de aquel mundo bipolar, la crisis de las democracias, la lucha final de aquel siglo XX complejo y sangriento. El texto se compone de brillantes ensayos, vestidos con una prosa poética y profunda.
Hoy vivimos como en aquellos días que dan título al libro, tiempo nublado.