Legislaturas
Sonora vivió un proceso accidentado para separarse de Sinaloa en el siglo XIX.
Sonora vivió un proceso accidentado para separarse de Sinaloa en el siglo XIX, lance indispensable para convertirse en un Estado soberano en aquella república que comenzaba a vivir de forma independiente.
En marzo de 1831 se instala el Congreso que elaborará el documento que formalizaba la separación, para los primeros días de diciembre de aquel año, se promulga la primera Constitución. Al fin tendríamos vida política propia.
La supervivencia no fue sencilla, los conflictos entre centralistas y federalistas de inmediato se trasladaron a la región, las figuras de Manuel María Gándara y José Urrea Elías entraron en colisión. La población sonorense se vio arrastrada ante aquella convulsión; el centro de la disputa, la forma de Gobierno.
Después de aquel documento y recurrentes crisis políticas vendrá la Constitución de 1848, redactada y promulgada en medio de la guerra entre México y los Estados Unidos, en la que se puntualizaba, -valientemente- la pertenencia de Sonora a la República Mexicana.
La Constitución federal de 1857 será el modelo para que en Sonora se dé un nuevo ordenamiento constitucional: La de 1861. Ésta vivirá momentos complicados, pero al final la conducta porfiriana prevalecerá, habrá un intento por parte de Ignacio Pesqueira de imponer otra en 1873, no lo logra del todo.
A pesar del indiscutible patriotismo del personaje, las continuas sucesiones en la gubernatura y el férreo control político que desplegaba, provocaron que la ciudadanía lo repudiara. Los héroes en ocasiones agobian, como se demostró cuando el general Epitacio Huerta, visitó al caudillo sonorense para dar testimonio ante Porfirio Díaz, que Pesqueira era aceptado y apreciado por sus ciudadanos.
Aquella visita terminó en abucheos y pedradas. Después de esta repulsa, el valiente patriota entendió que era tiempo de retirarse, lo hizo, nunca más regresó. La Constitución al final se mantuvo con algunos cambios, quien la amenazaba desapareció.
Después de la Revolución de 1910 se redacta un nuevo documento, se promulga en Magdalena, Sonora, en septiembre de 1917 y a partir de entonces permanece vigente.
Habrá momentos bochornosos a lo largo de la historia de las legislaturas, como la reforma con dedicatoria en los años setenta para bajar la edad para gobernar, después la renuncia de aquel Gobernador favorito -aceptada de inmediato-, bajo amenaza de desaparecer poderes o la gran cantidad de posturas políticas vendidas al mejor postor y la aparición de legisladores sin atributos y preparación.
También habrá legislaturas ejemplares, como la de 1912, que desconoció a Victoriano Huerta e integrada por personajes memorables. A pesar de los grandes errores de muchas legislaturas, desde el último tercio del siglo XX e inicios del XXI, las diferentes voces se empezaron a escuchar, las propuestas legislativas aspiraron a ser incluyentes e incorporar a la oposición y a voces críticas de la sociedad. Hoy desafortunadamente estamos viviendo tiempos de regresión, una sola voz, una sola propuesta y la abyección del oficialismo.
Recientemente se aprobó la legislación que nos impone la concurrencia electoral, así la próxima gubernatura será de tres años. Los argumentos con los que se aprobó son débiles y en algunos casos risibles. Se aduce principalmente lo oneroso de las elecciones, argumento quebradizo si vemos el presupuesto del Ejecutivo, admitido sin modificaciones y discusión, con un aumento presupuestal escandaloso para su oficina.
No todo es la indignidad morenista y sus acompañantes obsequiosos, una parte de la oposición de esta legislatura está conformada por desleales a sus orígenes, protagonistas del arribismo y el vaivén electoral. No se puede esperar nada de ellos.
No hay nada más caro para una democracia que el servilismo, y más deplorable para una oposición que la deslealtad.
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