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Salud, el desastre

La desaparición el Seguro Popular fue una de las medidas más torpes, el Fondo de Enfermedades Catastróficas, que llegó a acumular casi 70 mil millones de pesos, desapareció de un plumazo.

En esta administración morenista, colmada de atavismos ideológicos y prejuicios sociales emanados de su líder y guía, lograron la destrucción de un sistema de Salud construido por décadas de esfuerzos y grandes cantidades de recursos materiales y humanos. Esta estructura gubernamental había ganado avances en varios temas, vacunación y cobertura, tan solo para dar dos ejemplos.

No estábamos en el paraíso ni todo funcionaba a la perfección, evidentemente había rezagos e insuficiencias, pero lo que es una realidad inobjetable, es que en estos cuatro años hemos experimentado un grave retroceso en esta materia.

La esperanza de vida se nos ha ido a los inicios de los años noventa, de 75 años a 71; en vacunación retrocedimos, de tener una cobertura de más de 80% de la población pasamos al 27%, con la creciente amenaza de que esto empeore.

La escasez de medicamentos ha sido calamitosa, niños afectados por el cáncer dan un cruel testimonio de lo que sucede, pero también mujeres aquejadas por el mismo mal -como el cérvico uterino o el de mama-, víctimas de esta política criminal instrumentada desde las más elevadas posiciones del Gobierno federal.

El manejo de la pandemia ha sido funesto y se convirtió en ejemplo mundial de lo que no debe de hacerse. Se usó el Modelo Centinela, diseñado para otro tipo de situaciones y sin utilidad práctica para algo tan letal y desconocido como el Covid. Las críticas a este ejercicio se manifestaron desde el inicio. Observaciones hechas por epidemiólogos expertos, argumentaban que esta práctica era ineficaz ante un padecimiento tan sorpresivo, contagioso y que en muchos casos cursa asintomático, aunado a la ausencia de pruebas diagnósticas así como la errática consigna de: “Quédate en casa”.

Nunca rectificaron. Por si no bastara y contra toda evidencia -algo que quedará en los anales de la infamia y la abyección-, las autoridades recomendaron que no se usara el cubrebocas, argumentando con un lenguaje pretencioso y seudotécnico -para no contravenir al mandatario-, que provocaba una “falsa sensación de seguridad”.

Los resultados han sido terribles y la demografía nacional empieza a consignarlo, cerca de 700 mil muertes en exceso y una estela de desolación a lo largo y ancho del País. Trágicamente se manifestará en los próximos años la orfandad de miles de infantes, así como la reducción del ingreso por la ausencia de uno o los dos proveedores de estas familias.

La desaparición el Seguro Popular fue una de las medidas más torpes, el Fondo de Enfermedades Catastróficas, que llegó a acumular casi 70 mil millones de pesos, desapareció de un plumazo y condujo al desamparo a casi 15 millones de personas, de un día para otro estas familias empezaron a peregrinar con sus enfermos para conseguir algo de alivio.

La política de inexistencia de la medicina privada en el País y la negación de las autoridades a protegerlas con la vacunación, fue una muestra inhumana del profundo resentimiento que guardan nuestras autoridades, acompañado del acaparamiento de tratamientos y vacunas por las instituciones oficiales, negligencia que contribuyó a que llegáramos al vergonzoso primer lugar de muertes en profesionales de la salud.

Los funcionarios que fueron copartícipes de este desastre están hoy en las más altas posiciones de nuestras instituciones de Salud en Sonora, el próximo presupuesto en Salud sube: 6.5% y en Servicios de Salud: 6.0, todo por debajo de la inflación existente. Recientemente en el Sur de la entidad el dengue apareció y las defunciones aumentaron vertiginosamente, las críticas revelaron la desatención. La falta de recursos y capacidad empieza a evidenciarse.

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