El Imparcial / Columnas / Columna Sonora

Declaraciones y reacciones

En Sonora tenemos un Gobierno que no reacciona a la velocidad que se espera, la respuesta tarda y la que se ofrece no se encuentra dentro de las soluciones.

En México persisten formas políticas que tienen graves consecuencias en la ejecución de un programa de Gobierno. La capacidad de interpretar la realidad en algunos políticos se ve alterada por susceptibilidades o valoraciones que no son acertadas para descifrar los momentos críticos por los que cursa una administración.

Lo que distingue a un mando de otro es la capacidad de reacción ante imprevistos y, principalmente, ante situaciones graves que llegan y convierten un instante en días de vértigo y preocupación.

Al primer indicio de una respuesta ineficaz son necesarios ajustes, así como también la evaluación de quienes acompañan en las responsabilidades.

Siempre será importante el liderazgo, pero en política es fundamental el equipo. La respuesta inmediata a los contratiempos da una idea clara de la formación de quien lleva el timón, pero habla más del rendimiento de una tripulación.

En Sonora tenemos un Gobierno que no reacciona a la velocidad que se espera, la respuesta tarda y la que se ofrece no se encuentra dentro de las soluciones sino en el campo de las advertencias. Que no entremos en una sicosis ante la violencia desbordada es un buen consejo, pero este se encuentra en los linderos de la sicología, no en el terreno de un dirigente preocupado que se supone tutela el ejercicio de un Gobierno competente.

El mensaje en vez de ser esperanzador y calificado, pareciera una recomendación inocente que se presta a controversia y se acerca peligrosamente a una broma de mal gusto. Los anuncios en momentos críticos importan -no son meras declaraciones-, deben de ser precisos, como los de un profesional responsable.

El ejemplo de una mala lectura de los tiempos políticos lo tuvo Porfirio Díaz, anciano y víctima de problemas propios de su largo ejercicio gubernamental, así como por lo avanzado de su edad. Con todo, Porfirio Díaz tenía mucha experiencia y conservaba el beneplácito de una parte importante de la población, además de la simpatía de muchos gobiernos incluyendo el de los Estados Unidos.

Desde los momentos previos al estallamiento de la Revolución maderista, su equipo advirtió el agotamiento que había provocado el régimen e intentaron que el dictador modificara el rumbo, no fue posible. Díaz permaneció ajeno a los problemas y era incapaz de delegar responsabilidades. Mientras tanto, su gabinete se hundía en contradicciones, rivalidades y esfuerzos infructuosos para salvar a aquel Gobierno avejentado y distante.

El Gobierno norteamericano tenía una interpretación certera de lo que pasaba en México, algunos veían a Limantour como la única posibilidad de salvación ante una revuelta que ponía riesgo la estabilidad regional. José Yves Limantour, nunca tuvo los arrestos para asumir aquella posición de dirigente y prefirió la comodidad tras bambalinas.

En marzo de 1911 ante los éxitos de la revuelta maderista, el veterano General aceptó la renuncia de todo el gabinete -exceptuando Hacienda y Guerra-, al iniciar el periodo legislativo en abril, el oaxaqueño intentó seducir con reformas legales en el sentido de las protestas, ya era muy tarde.

Los opositores leyeron aquel esfuerzo tardío como la respuesta desesperada de un tirano acabado, el último desacierto de una larga cadena de errores.

Avanzado mayo de 1911, quebrado por un dolor agudo en el maxilar y recostado en un salón contiguo donde se celebraba la reunión de Gabinete que le tocaba presidir, balbuceante, inflamado y adolorido firmó la renuncia.

Se podrán argumentar disparidades entre aquellos tiempos y los actuales, asimismo entre una dictadura y una democracia. Sí, las diferencias son evidentes, en lo que existe una coincidencia indudable es un argumento: Los tiempos en política no perdonan.

Temas relacionados