¿Dónde estás? ¿Dónde quieres ir?
El ser humano está diseñado para trabajar por objetivos, por metas, y cuando no las hay se desencanta, se empieza a empolvar.
Un ejecutivo de una casa de bolsa en Nueva York sueña con comprarse un Lamborghini, y para el efecto trabaja varios años muy duro. Llega el momento que tiene los recursos para la compra y la realiza. Pocos días después llega un compañero de la oficina y ve estacionado el carro. Se dirige al cubículo de su compañero para felicitarlo por su logro, y lo encuentra con un semblante de tristeza.
“¿Que te pasa?”, le pregunta, “vengo a felicitarte por tu logro y te encuentro con esta cara”. A lo cual el aludido responde: “Sí, ya tengo el carro, pero ahora no sé para qué voy a trabajar”.
El ser humano está diseñado para trabajar por objetivos, por metas, y cuando no las hay se desencanta, se empieza a empolvar, se hace “viejo” -para acabar pronto-, no importa qué edad tenga.
¿QUÉ OCURRE?
Cada vez que alcanzamos un logro, un objetivo, una meta, hay que festejar por supuesto, pero inmediatamente hay que plantearse uno nuevo.
¿Por qué hay que hacer esto? Porque le puede pasar como al escalador de montañas: Una vez que llega al pico de la misma, como no hay más a dónde ir, empieza a ver para abajo y a tener miedo.
Otro aspecto importante de plantearte objetivos constantemente es que cuando estás enfocado con tus objetivos éstos te mantienen en la ruta correcta, y cuando no los tienes empiezas a fijarte en lo que los demás piensan o esperan de ti, por lo tanto actúas conforme a esos parámetros, que generalmente no son los mejores para uno.
Hay que recordar que desde el punto de vista de funcionalidad el ser humano es como una bicicleta: Necesita estar en constante movimiento hacia delante; cuando se queda sin pedalear, se cae.
El ser humano está hecho para resolver problemas, conquistar metas, superar obstáculos, y la verdadera satisfacción o felicidad se encuentra precisamente cuando resolvemos las situaciones difíciles de la vida.
¿QUÉ PODEMOS HACER?
El doctor Maxwell Maltz sugiere que procuremos ver hacia delante, que desarrollemos una “nostalgia” por el futuro, más que por el pasado.
Y es precisamente este tipo de nostalgia la que nos mantiene jóvenes, a pesar de la edad que tengamos.
Cuando no tenemos objetivos no estamos realmente viviendo. Y de ser posible tener también objetivos que no sean exclusivo tuyos, sino también en beneficio de los demás. Hay mucha gente que requiere de nuestro apoyo y ayuda, directa o indirectamente.
Por último, las palabras “objetivo” o “meta” pueden provocar tensión en ciertas personas. La sugerencia entonces es que pensemos en términos de proyectos.
También cuando le preguntemos a uno de nuestros hijos “¿qué te interesa lograr?” a lo mejor te dice que no sabe; pero si le preguntas “¿qué te gustaría hacer?”, al momento te empieza a responder.
Conclusión, estimado lector: El progreso en el ser humano es muy sencillo. Pregúntate dónde estás y luego a dónde quieres ir y ponte en camino, eso es todo. ¡Feliz domingo!