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El Ejército y la política

Desde la presidencia de Carranza, el Ejército se convirtió en una preocupación, el mismo coahuilense moriría a manos de militares en 1920.

El Ejército ha sido una institución central del Estado mexicano moderno, esta organización ha sido leal al presidencialismo imperante, pero también se ha usado para responder como el soporte de un Estado en ocasiones débil, arbitrario o cuestionado.

Esta agrupación se formó de los ejércitos revolucionarios triunfantes y organizados por regiones: Del Noroeste, División del Norte, Libertador del Sur y Noreste, también de milicias regionales así como de desprendimientos y figuras del antiguo Ejército federal.

Desde la presidencia de Carranza, el Ejército se convirtió en una preocupación, el mismo coahuilense moriría a manos de militares en 1920. Aún así, este dilema tendrá su momento más crítico en 1923 con la Rebelión De la Huertista. Adolfo de la Huerta se subleva y le arranca de tajo casi el 60% de los integrantes de aquella formación y, por si fuera poco, casi toda la superioridad.

El presidente Obregón queda en desventaja, arma su estrategia con algunos de los mandos fieles y con una cantidad muy importante de subalternos. Acaba derrotándolos, De la Huerta se exilia y el Ejército se depura, así quedará alineado al eje Obregón-Calles. En diciembre de 1924 el Presidente saliente entrega el poder sin contratiempos.

Para 1927, en la presidencia de Calles y siendo secretario de Guerra y Marina el general Joaquín Amaro, se instrumenta una profunda reforma al interior de aquella institución, se propone modernizarlo y profesionalizarlo, se le subordina al Presidente y se le aparta de la política, los ascensos desde entonces serían por méritos militares.

No fue sencillo, ya que muchos de los revolucionarios seguían en activo, pero la estrategia se empieza a consolidar con la creación en 1929 del PNR, las instancias para hacer política ya no serían las jefaturas militares sino un partido.

Habrá otras sublevaciones como la de 1929 o la de Saturnino Cedillo en pleno cardenismo, fracasarán, el tiempo y el Ejército eran otros. En una nueva época se suprimiría el sector militar del PRM sucesor del PNR, así se acotaría a los militares y el civilismo ganará espacios, una rebelión como la de 1923 ya no sucedería.

Este esfuerzo madura con la llegada del primer presidente civil: Miguel Alemán, en 1946. Siempre participarán militares en política, pero con licencia y sin mando de tropa. El general Agustín Olachea en 1956 o el general Alfonso Corona del Rosal en 1958 -los dos como presidentes del PRI-, son ejemplo de lo anterior.

Hoy un régimen que se dice de izquierda alienta la militarización en casi la totalidad de la vida pública, es desconcertante, cuando lo que esperábamos es que se diera el mando civil en Defensa, como sucede en las democracias.

Los legisladores de oposición que acompañaron esta reforma que alarga la presencia militar, no sólo perdieron la verticalidad, sino que negaron una larga tradición civilista y acompañaron en la falsedad al régimen, los militares llevan ya 16 años en las calles sin resultados.

Este Gobierno ha entregado una parte muy importante del poder civil a las fuerzas castrenses, así como cantidades gigantescas de recursos, todo a una institución opaca y discrecional. En un momento muy peligroso de desencanto democrático, con el altísimo riesgo de que se apropien de la frustración social para su beneficio político.

Al ver al secretario de Defensa dar su discurso con un atuendo de mariscal soviético, sorprende. Los revolucionarios mexicanos detestaban el ornamento en sus uniformes, basta ver fotografías de aquellos, todos con auténticos méritos en combate y sin medallas. Los símbolos son mensajes. Hay errores con una gran carga histórica, este es uno de esos.

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