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Rusos abandonan Rusia

Hay incertidumbre y evidente miedo de lo que Putin pueda hacer con los opositores dentro de Rusia

En las últimas semanas no pocos rusos han dejado Rusia. El motivo es su desacuerdo con la guerra de invasión a Ucrania por parte del Gobierno de Vladimir Putin, sí, pero este es un motivo intermedio, pues la mayoría de los rusos que hoy están yéndose de su País lo hacen por el endurecimiento de las medidas que el Gobierno ha impuesto a sus opositores en casa, a quienes atemoriza el alcance que prevén tendrá tarde o temprano el Gobierno contra ellos. Y lo mismo a organizaciones enteras, en especial a las ONG´s, que no suelen gustar al régimen y las ha puesto en la mira por “injerencia extranjera”. Pasa igual con la prensa independiente e intelectuales que tienen voz o pluma.

El día 14 de este mes la periodista rusa Marina Ovsyannikova interrumpió un programa de la televisora estatal “Canal Uno” mostrando un letrero con protesta por la guerra contra Ucrania. Luego de haber sido detenida por la fuerza pública fue liberada imponiéndole una modesta sanción; la periodista dijo cabizbaja y con aspecto forzado “lo hice a título personal”.

La impresión de muchos, tanto en Rusia como en el extranjero, fue que el Gobierno ruso promovió la difusión de la pronta liberación en esos términos como una muestra de su “benevolencia y tolerancia”, pero al mismo tiempo se filtraban al mundo escenas captadas por los celulares de ciudadanos comunes y cámaras de periodistas que mostraban el grado de dureza de la Policía para acallar y dispersar a golpes a marchistas, entre los que incluso observamos adultos mayores.

En un reciente escrito de la especialista en cultura y política rusa Sophie Pinkham, se advierte cómo el éxodo de rusos a partir del comienzo de la guerra de invasión a Ucrania es una realidad creciente por diversas razones, como el temor a que en los siguientes días de restringa el desplazamiento de ciudadanos, sobre todo para salir del País, la imposición de una ley marcial, el miedo al recrudecimiento de las medidas oficiales contra los opositores, especialmente cuando en estos momentos el plan inicialmente concebido y anunciado por Putin no va saliendo con la agilidad y costo material y humano que el Kremlin supuso originalmente.

Hay incertidumbre y evidente miedo de lo que Putin pueda hacer con los opositores dentro de Rusia, toda vez que no le está resultando nada favorable el balance en popularidad (impopularidad) interna. El ruso promedio teme tanto lo que pueda ocurrir en su propio medio como también el creciente desprestigio que le espera en la gran mayoría de los países del mundo, temiendo verse señalados o rechazados como ocurrió al ciudadano alemán en la postguerra.

Diversos órganos de la prensa y grupos de intelectuales rusos están previniéndose contra represalias o medidas de silenciamiento forzado por parte del Gobierno.

En un País que pasó décadas de opresión y represión bajo un Gobierno totalitario en la era soviética, los adultos mayores no quisieran volver a vivir así y los jóvenes no quisieran contar a sus hijos lo mismo que han escuchado de sus padres; con justa razón dicen que la Rusia de hoy no es en la Rusia en que se formó Putin. Muchos rusos ya se han prácticamente refugiado en países de Asia y Medio Oriente que no les requieren visa; otros han logrado alojarse en Kirguistán y Kasajistán, donde por cierto ya han saturado los hoteles y no hay cupo para más; otros se han ido a Turquía (imagen adjunta). Por si fuera poco, el costo de los vuelos se ha disparado. Algo que revela el dolor de los opositores con deseos de salir de Rusia es que suplican ser acogidos en diversos países como lo están haciendo con los desplazados ucranianos, pues al fin y al cabo ellos –los emigrantes rusos- también sufren el creciente terror de un sujeto obsesionado con conseguir sus deseos a como dé lugar. Una bota de Putin está sobre el cuello de un ucraniano; la otra sobre el cuello de un ruso.

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