Que el debate sea infinito, que las acciones sean finitas
La división entre buenos y malos, entre justos y pecadores, entre blanco y negro, no nos permite llegar a visiones compartidas del futuro ni avanzar.
Para este nuevo año les deseo lo mejor para ustedes y sus familias.El año que acaba de terminar nos deja muchas lecciones, en especial a valorar lo que teníamos. Nos deja también un estado de ánimo de desconfianza exacerbado por el constante discurso polarizante que desde lo público todos los días los diferentes actores propalan en busca de dividir a la sociedad sin el más mínimo pudor o pausa a reflexionar las consecuencias a largo plazo. El objetivo de lograr el poder político y conservarlo lo es todo.
Los actores más visibles de esta conversación pública de la desconfianza son: Gobierno, empresarios y sociedad civil organizada. Las posturas entre otras son: Que el gobierno tiene que sobre todo respetar el Estado de Derecho, que los empresarios tienen que invertir arriesgando más y que la sociedad civil tiene que participar de forma más activa. Peticiones sensatas todas ellas, aun sin embargo, dada la ausencia de confianza en el otro, la conversación y las acciones propositivas siguen sin llegar con sus consecuencias negativas para todos. Desde la perspectiva de cada uno solo parecería ser aceptable el discurso público cuando éste se utiliza para coincidir con lo que cada uno quiere, cualquier disenso o idea contraria automáticamente es desechada junto con quien se atreve a proponerla. La división entre buenos y malos, entre justos y pecadores, entre blanco y negro, no nos permite llegar a visiones compartidas del futuro ni avanzar. En la arena pública cada día son menos los adversarios y más los enemigos. Todavía hay quienes confunden el haber ganado una elección donde la mayoría de los electores no se tomaron la molestia en salir a votar, con un mandato para hacer valer su voluntad sin contrapesos, para capturar las instituciones autónomas y gobernar sin escuchar. El poder temporal depositado en un individuo tiene plazo, las aspiraciones de una sociedad, no.
La conversación pública se ha convertido en una moderna torre de Babel donde cada quien habla su idioma. Sólo hay interés de conversar, generar bienestar y llegar acuerdos con quienes forman parte de la tribu . No es de sorprender el surgimiento de modernos sastres, evocando el cuento de Hans Cristian Anderson - El Nuevo Traje del Emperador, amanuenses, que a los poderosos les rentan sus plumas o redes sociales donde sólo los justos pueden entender las bondades de sus actos. El repetir falsedades se ha convertido en lo común, el anunciar acciones de gobierno como algo digno de aplaudir bajo la premisa de que nunca antes se había hecho en busca de engrandecer al emperador desnudo, es infantil.
Para este año habría que hacer el propósito de conversar, debatir, contrastar ideas con todos, sobre todo con aquellos que piensan de forma diferente. La polarización artificial creada en época de campañas políticas debemos de dejarla atrás, hay que debatir ideas, contrastar visiones de mundo, compartir sueños y llegar a acuerdos en busca de una unidad de propósito. El modelo de debate público que hemos visto hasta hoy se debe de abandonar, éste gira sobre virtudes personales y una visión maniquea de la sociedad, el autentico debate genera y amplia posibilidades, no busca cancelarlas.
Como elemento indispensable de la conversación pública propositiva está el asumir la responsabilidad de la veracidad. Frecuentemente veo en el discurso público verdades a medias o mentiras completas, a veces justificadas por la ignorancia y en otras, que son las más, desafortunadamente por dolo en busca de resultados a corto plazo o por encargo. La mentira como medio de progresar es común, la impunidad declarativa que pervive en el quehacer público no nos deja avanzar.
Los invito a que este 2022 sean felices, que participen activamente en organizaciones de la sociedad civil de cualquier índole. Sobre todo los invito a que en sus conversaciones, reuniones, debates y acciones amplíen sus conocimientos y generen posibilidades en lo personal y para la sociedad en su conjunto.
"Hablar para lograr aplausos; hablar para decir lo que los hombres quieren escuchar; hablar para obedecer a la dictadura de las opiniones comunes, se considera como una especie de prostitución de la palabra y del alma.” Benedicto XVI