Incertidumbre y desconfianza
Me parece muy probable que los jóvenes de países ricos, si bien más informados, padecen una visión desconfiada del futuro, y tanto, que temen tener hijos
Todo esto que consideramos un fenomenal desarrollo material que caracteriza a nuestra civilización sería suficiente para tener la mejor de las impresiones acerca del futuro. Pero no es así, y más en especial para los jóvenes de los países ricos, pues sufren grave incertidumbre sobre lo que está por venir y como una expresión objetiva de ello están sus planes de abatir su fertilidad. Se tiene para muestra, entre muchos otros países, el caso de los Estados Unidos que por sexto año consecutivo mostró una reducción del 4% en el índice de natalidad, de por sí ya previamente reducido.
Una encuesta reciente (2018) en parejas en edad fértil reveló que el motivo principal para reducir el número de hijos que planeaban tener no era por temor al crecimiento demográfico o por una motivación egoísta, sino por otros motivos “nuevos, inusuales”, como el cambio climático, que fue señalado por el 33% de las parejas, o la “inestabilidad global”, señalada por un 37%.
Estos temas no parecen ser una preocupación fundamental en las parejas jóvenes de países en vías de desarrollo o países pobres. Queda así de manifiesto que hoy se consideran ciertas “amenazas existenciales” que opacan la confianza para procrear.
Otros factores que se añaden son la polarización en temas políticos, la falta de cuidado recíproco de las personas, como puso de manifiesto la pandemia con el tema de las vacunas y otras amenazas biológicas; también la proliferación de calamidades naturales como huracanes e inundaciones, como por ejemplo las sufridas recientemente en poblaciones ricas de Europa occidental; se trata de explicaciones o motivos nuevos, emergentes.
Se recoge el sentir de una alfarera canadiense de 36 años de edad que afirma no tener hijos como una decisión de “amor por el hijo hipotético”, para ahorrarle a éste los sufrimientos que le esperarían frente a las calamidades que vendrán.
Resulta que en países pobres los jóvenes no manifiestan este tipo de respuestas o no con esa frecuencia pues, de acuerdo a un estudio y encuesta, a pesar de las malas condiciones económicas y materiales actuales en esos lugares la manifestación de confianza en el futuro es considerablemente mayor. Conviene, entonces, comentar algunos detalles de esa encuesta que fue realizada por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y Gallup en 21 mil personas de 21 países escogidas de dos grupos de edad -de 15 a 24 años y de 40 en adelante- entre febrero y junio de 2021.
Cuestionados los del grupo joven si consideraban que los niños de hoy estarán próximamente en mejores condiciones económicas que sus padres, los encuestados de países ricos (como por ejemplo, Estados Unidos, Reino Unido y Japón) respondieron que no, que estarían en peor situación, y los de los países pobres (como, entre otros, Etiopía, Indonesia y Nigeria) dijeron que sí, que los niños de hoy vivirán en mejores condiciones que sus padres y también consideraron que el mundo de hoy se convierte, generación a generación, en un mundo mejor.
Me parece muy probable que los jóvenes de países ricos, si bien más informados, padecen una visión desconfiada del futuro, y tanto, que temen tener hijos; mientras que los jóvenes de países pobres o en vías de desarrollo confían en que lo que viene será mejor y, en consecuencia, no rehúyen tener hijos (o más hijos).
La pregunta central es quiénes se sienten felices (o más felices), hasta dónde el cálculo debe prevalecer sobre la confianza y hasta dónde la incertidumbre debe prevalecer sobre la vida, toda vez que –bien sabemos- la certidumbre total y absoluta no está a nuestro alcance.