Abel
La sociedad cajemense es aún más tradicional, conservadora, de lo que pudieran ser en el resto de la entidad
Abel Murrieta Gutiérrez, candidato del partido Movimiento Ciudadano a la alcaldía de Cajeme, fue asesinado a tiros en plena vía pública cuando entregaba volantes sobre su campaña, acompañado de un reducido grupo de colaboradores.
Horas antes, su equipo le sugería al candidato cancelar el evento porque habría poca gente acompañándolo, pero él se negó.
Ya teníamos claro desde hace mucho que en ese municipio es muy fácil matar a cualquier persona, en cualquier lugar y a cualquier hora.
Y el jueves pasado lo hemos comprobado una vez más, porque ese mismo día fueron varios los homicidios que se cometieron en Ciudad Obregón, a la luz del día y en absoluta impunidad.
Sin embargo al ultimar a un candidato a un cargo de elección popular del perfil de Abel, las cosas definitivamente han escalado a otro nivel.
Ex procurador de justicia en el Estado, ex diputado local y federal, abogado de la familia Lebarón, víctimas de la más cruel masacre de que tengamos memoria en la historia reciente de Sonora.
Era Abel un tipo de carácter fuerte, un candidato con una narrativa frontal frente al escabroso tema de la inseguridad que se vive en el municipio que aspiraba a gobernar y por lo tanto no escondió jamás ni sus habilidades ni sus intenciones si el voto de los cajemenses le favorecía el 6 de junio.
La sociedad cajemense es aún más tradicional, conservadora, de lo que pudieran ser en el resto de la entidad, eso provoca entre otras cosas que muchos personajes, entre ellos Abel, se sientan y se vean cercanos en cualquier sector de la población.
Tenía arraigo pues, eso ha provocado ese sentimiento de miedo y coraje que invade a muchas mujeres y hombres en aquel municipio.
Es responsabilidad de las autoridades locales esclarecer su crimen.
Y tampoco he visto a ninguna de ellas esconderse o evadir su deber. Desde ayer, apenas minutos después del homicidio, hubo reacciones en cadena desde la Fiscalía General de Justicia hasta el Gobierno del Estado y la misma secretaría de Seguridad Pública.
No es responsabilidad de ningún candidato, porque simplemente no son autoridades sino aspirantes a serlo.
Las condenas políticas, los juicios públicos, responden a intereses de grupos o a simpatías mal entendidas que no llevarán a ningún lado.
Si lo que esperamos es el esclarecimiento de este crimen, para eso están las autoridades de quienes debemos exigir y esperar un resultado.
No de otros lados, simplemente porque no les toca… aún.
Todas y todos, sin excepción, se han comportado acorde al momento. Han expresado sus condolencias, exigido justicia y cancelado eventos en tanto se guarda el debido luto por la muerte del candidato.
Pero hay a quien le gusta hacerse bolas con estos asuntos, envolverse en una bandera que no les corresponde y salir a crucificar gente.
Como si a la familia de Abel le importara mucho eso.
Que si la narrativa de las campañas va a cambiar, que si esto podría mover el tablero de las preferencias, que si esto le va a pegar o le va a beneficiar a este o al otro.
Esos son escenario que inevitablemente se tienen que medir, al margen del respeto que debe guardarse por la tragedia.
Sin embargo, hay otra verdad más profunda que prevalece en la conciencia ciudadana:
La necesidad de sentirse seguros, ya no digo cuando salen a las calles de sus colonias o ciudades, sino en sus propias casas.
Ese miedo ha estado ahí desde antes que arrancaran las campañas y si permanece después, cuando se den los cambios de Gobierno, seguiremos fracasando como sociedad y Gobierno.
Hay muchas más muertes que, como la de Abel Murrieta, no deben quedar impunes.
Pero necesariamente debemos establecer una diferencia, porque si ya se atrevieron (quien haya sido) a matar a un candidato, esto damas y caballeros ha pasado al siguiente nivel.
Sergio Valle, titular del noticiero nocturno de Televisa Hermosillo.
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