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El llanero solitario contra el virus

Una visita del llanero solitario sería maravillosa ya que con una de sus balas de plata bien atinada al ácido ribonucléico del bicho quedaríamos salvados.

En la década de los cincuenta tuvo gran éxito una serie de radio, “comics” y películas bajo el título de “El llanero solitario” cuyo intérprete en la pantalla fue Clayton Moore. Se trataba de un típico vaquero del Oeste norteamericano que solía llegar a pequeños poblados justo cuando los buenos eran amenazados por los malos y, tras luchar contra estos, resultaba victorioso y salvador del poblado. Una vez resuelto el peligro el llanero solía irse del pueblo a carrera de caballo sin dejar ser identificado pues portaba siempre una mascarilla tipo antifaz. Que llegara el llanero solitario al pueblo era la más deseada fortuna cuando los malvados merodeaban el lugar. Algo más: Traía siempre balas de plata en su canana al cinturón. Por “bala de plata” se ha entendido siempre un recurso útil para resolver un problema angustiante cuando nada previamente ha podido resolverlo. Retomando la trama de las historietas de “El llanero solitario”, un prestigiado cardiólogo estadounidense actual, el doctor Milton Packer, ha escrito un breve ensayo bajo el título de“¿Quieres una bala de plata para la Covid-19?: Tendrás que voltear a ver al llanero solitario”. Démosle vueltas a ese texto metafórico y veamos que, efectivamente, somos desde hace seis meses un mundo amenazado por un microbio severamente perjudicial, sin vacuna ni medicamento específico para evitar o curar sus estragos y cuya factura ha sido ya muy cara y va  por más. Una visita del llanero solitario sería maravillosa ya que con una de sus balas de plata bien atinada al ácido ribonucléico del bicho quedaríamos salvados. Pero las metáforas son metáforas porque no atienden al significado real de las cosas sino a un sentido figurado, irreal. Pero recordemos algo real fijándonos en la imagen anexa a esta columna: El llanero solitario usaba siempre antifaz, que es una modalidad de mascarilla. El antifaz no aporta protección alguna contra el virus en cuestión pero si bajamos la mascarilla un poco nos tapará la nariz y la boca. Aunque aún hay quienes, en la teoría o en la práctica, no creen ni usan la mascarilla o cubreboca, ya sea porque se perciben a sí mismos superiores pretendiendo quizás ser interpretados como que “a mí nadie me tapa la boca”, o quizás porque -y es lo más probable- sus frustraciones o de plano su falta de solidaridad les impide ser un poco como los demás o hacer algo por los otros. Pensando lo mejor, en el fondo se trata de ignorancia: Cuando alguien dice que no usa mascarilla para tapar su boca y nariz porque le resulta incómodo, debe ser informado que mucho mayor incomodidad, desgaste, sufrimiento y costo supone el enfermarse y, sobretodo, el riesgo de enfermar a los demás, incluyendo a los suyos. Muchos piensan que de llegar a enfermarse será algo leve y muy pasajero y luego todo será igual que antes; no consideran que podrán estar como “los demás”, aquéllos a los que les ha ido mal o de plano se han ido. Deben saber que la Covid 19 no termina siempre a los quince días y que en cada vez más casos se registran efectos y secuelas prolongadas en varios órganos del cuerpo, no sólo el pulmón sino también el corazón, el cerebro, la circulación, etcétera. Los jefes o líderes que no usan cubreboca cuando están entre otras personas no son realmente líderes: Son ignorantes, irresponsables, engañadores y porfiados. Pues muy de acuerdo con el doctor Milton Packer: Hay que voltear a ver al llanero solitario.

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Médico cardiólogo por la UNAM.

Maestría en Bioética.

jesus.canale@gmail.com 

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