La alternativa según Leonardo Boff
El coronavirus nos ha dado esta lección: La Tierra, la naturaleza, la vida en su diversidad, la interdependencia, la cooperación y la solidaridad deben ser centrales en la nueva civilización si queremos sobrevivir.
Leonardo Boff es un teólogo brasileño intensamente preocupado por el medio ambiente y la relación de la humanidad con la Tierra. Aquí transcribo libremente algunos fragmentos de un texto suyo: Transición ecológica hacia una sociedad biocentrada.
“Toda crisis lleva a proyectar nuevas posibilidades. El coronavirus nos ha dado esta lección: La Tierra, la naturaleza, la vida en su diversidad, la interdependencia, la cooperación y la solidaridad deben ser centrales en la nueva civilización si queremos sobrevivir. Nosotros fuimos los que atacamos a la naturaleza y a la Madre Tierra durante siglos, y ahora la reacción de la Tierra herida y la naturaleza devastada se está volviendo en contra nuestra. O cambiamos nuestra relación con la Tierra y la naturaleza para cuidarla y respetarla, o la Tierra puede no querernos más sobre su superficie. Y esta vez no hay un arca de Noé que salve a algunos y deje perecer a los demás.
Casi todos los análisis del Covid-19 se centraron en la técnica, medicinas, vacunas para salvar vidas, aislamiento social y el uso de mascarillas. Todo eso hay que hacerlo y es indispensable. Pero poco vez se habla de la naturaleza, aunque el virus vino de ella.
Se necesita una transición de una sociedad de superproducción de bienes materiales a una que sustente la vida con valores humano-espirituales como el amor, la solidaridad, la compasión, la interdependencia, el respeto y el cuidado; y eso no se producirá de la noche a la mañana.
Será un proceso difícil que requiere, en palabras del papa Francisco una “conversión ecológica radical”, que nos llevará a incorporar relaciones de cuidado, protección y cooperación: Un desarrollo hecho con la naturaleza y no contra ella.
El sistema imperante no tiene futuro. Pero la propia Tierra negará las condiciones para su reproducción al haber excedido los límites de la explotación y sobrepoblación. Para una nueva sociedad posCovid-19 habrá que asumir los datos del nuevo paradigma cosmológico. Parte del hecho de que todo se originó en el Big Bang. De su explosión salieron las estrellas rojas gigantes, las galaxias, las estrellas, los planetas, la Tierra y nosotros mismos. Todos estamos hechos de polvo cósmico. La Tierra, y esto es un dato ya aceptado por la comunidad científica, no sólo tiene vida sino que está viva y produce todo tipo de vidas.
El ser humano es la porción de la Tierra que, en un momento de alta complejidad, comenzó a sentir, a pensar, a amar y a cuidar. Por eso hombre viene de humus, de tierra buena. Inicialmente coexistíamos con la naturaleza, luego pasamos a intervenirla a través de la agricultura y en los últimos siglos hemos llegado a agredirla por una tecnología a veces desbocada. Esta ofensa ha llegado al punto de poner en peligro el equilibrio global y amenazar con la destrucción de la humanidad con armas nucleares, químicas y biológicas.
Esta amenaza está detrás de la actual crisis de salud. De seguir adelante, podría traernos trances más fuertes, hasta aquello que los biólogos temen: El próximo gran virus inatacable y fatal que llevará a la desaparición de la especie humana de la faz de la Tierra.
Para evitar este posible desastre ecológico es urgente pactar con la Tierra un nuevo contrato natural: Ella nos da lo que necesitamos y garantiza la sostenibilidad de los ecosistemas. Y nosotros la cuidamos, respetamos sus ciclos y damos tiempo para que se regenere. Este contrato ha sido roto por la porción voraz de la humanidad que explota, deforesta, contamina las aguas y los mares.
Es decisivo renovar el contrato natural con nuestro planeta y articularlo con una sociedad que se sabe parte de la Tierra, que asume colectivamente la preservación de la vida, mantiene en pie sus bosques que garantizan el agua para todo tipo de vida, regenera lo que fue degradado y fortalece lo que ya está preservado”.
Parece utopía, pero es imperativa y apremiante.