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A cinco décadas de la ideología sicodélica

Pero pronto se descubrió que la “onda sicodélica”, más que una moda efímera, invitaba a una filosofía de vida o a una peligrosa ideología.

El grupo musical de rock “Cream” fue fundado en Londres en 1966. Lo componían un superdotado de la guitarra llamado Eric Clapton, el bajista Jack Bruce -con su voz grave y potente- y el excéntrico pero diestro baterista, Ginger Baker. Estos músicos comenzaron a mezclar los ritmos del blues, el jazz y el rock. El resultado fue una combinación bastante original que tuvo aceptación popular, primero en la juventud inglesa, y luego, entre los amantes de las creaciones vanguardistas. A ellos se les reconoce como los iniciadores de la “música sicodélica”.

Por esos años, cuando escuché por vez primera “El brillo de tu amor” (“Sunhine of  Your Love”) y “Cruce de Caminos” (“Crossroads”), me percaté que estaba frente a una música novedosa, con particular energía, originalidad, atractiva y sugerente.

Pero pronto se descubrió que la “onda sicodélica”, más que una moda efímera, invitaba a una filosofía de vida o a una peligrosa ideología. ¿Por qué razón? Porque sus raíces estaban fincadas en las teorías del escritor Aldous Huxley que en su libro “Las Puertas de la Percepción” recomendaba abiertamente el consumo de las drogas alucinógenas, así como la liberación sexual. Posteriormente, un grupo de intelectuales de la Unión Americana, en la década de los cincuenta, popularizaron parte de esta ideología, enfatizando que para conseguir una mejor creación artística era recomendable acudir al consumo de estupefacientes, así como al alcohol dentro de un esquema de vida de absoluta ruptura de los valores tradicionales, debido a que habían recibido la influencia del siquiatra vienés, Sigmund Freud, Alfred Adler, Gustav Jung y entre otros.

Pocos años después, en la Universidad de Stanford de California y otras universidades de EU, algunos profesores animaron a sus alumnos al consumo de drogas, yendo ellos mismos por delante. Esta información la tengo de primera mano por un profesor mío -por esos mismos años- se fue a Stanford a estudiar una maestría en Sicología y luego a tomar otros cursos de posgrado en esta misma materia. Fue así como nos relató a sus alumnos las entrañas del nacimiento del “movimiento hippie”, con su lema de “No hagas la guerra, sino la paz”.

Para difundir esta nueva corriente se emplearon películas, medios impresos, programas de televisión, numerosos álbumes con música orientada a los jóvenes… pero considero que el detonador fue cuando el célebre grupo “The Beatles”, el 25 de junio de 1967, mediante el programa “Nuestro Mundo”, en que por vez primera se abrían las barreras de la comunicación y televidentes de los cinco continentes lo pudieron presenciar en forma simultánea. Se calcula que lo vieron alrededor de 400 mil millones de personas, acompañados con otros famosos artistas. En esa ocasión, “The Beatles” lanzaron su célebre éxito: “Todo lo que necesitas es amor” (“All You Need is Love”) y tomaron el liderazgo de esa nueva música sicodélica. En muchas de sus composiciones incitaban a consumir drogas alucinógenas como “Lucy in the Sky with Diamonds” (iniciales de LSD), “Come together” (en su letra hacían un repaso de todos los estupefacientes que se podían ingerir en esa época). 

Pronto la moda de la drogadicción se extendió en numerosos países y comenzaron a fallecer por sobredosis reconocidos ídolos del rock como Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison (The Doors), Brian Jones (The Rolling Stones), Elvis Presley, Keith Moon (The Who), Kurt Cobain (Nirvana) y un largo etcétera.

Y, como es lógico, muchos jóvenes que siguieron esa autodestructiva moda también fallecieron, o terminaron internados en centros de rehabilitación, en clínicas siquiátricas. O con daños cerebrales irreversibles en su sistema nervioso.
Lo que resulta más sorprendente es que, hoy en día, en nuestro País, dirigentes de partidos, magistrados de la Suprema Corte de Justicia, políticos, legisladores, intelectuales están de nuevo reclamando que se legalicen y aprueben todo tipo de drogas porque, según ellos, “debe de ser respetado el impostergable y legítimo derecho a la felicidad y al bienestar”. 

Las tres preguntas con las que podemos concluir son: 1) ¿Dónde queda la salvaguarda de la familia y la educación de los hijos? Porque vivir con un drogadicto es un auténtico “infierno”, al observar que día con día se autodestruye, orgánica y síquicamente; su conducta afecta gravemente a los niños y a la convivencia familiar;

2) Las personas drogadictas son un peligro para la paz y rompen drásticamente el tejido social porque en la típica “crisis de ansiedad” que sufren los adictos son capaces de robar, matar, asaltar, secuestrar a cualquier persona con tal de obtener un puñado de monedas para comprar de nuevo su droga.

3) Finalmente, las desastrosas experiencias de la “era sicodélica”, ¿no nos hablan, como se dice coloquialmente, “de que hay que sacar experiencia en cabeza ajena” y de que impere el sentido común y la sensatez?