Una mirada a las y los púberes
En esta época viene tocando el turno a los púberes y prepúberes sumidos en una conflictiva hoy creciente: La disforia de género, que es el malestar o disgusto que el individuo siente por el sexo biológico.
Uno pensaría que los tratamientos médicos están siempre respaldados por cabales evidencias y que son ajenos a los simples deseos o modas entre los servidores de la salud o entre la misma sociedad general. La mayoría de las veces así es, pero no siempre.
En esta época viene tocando el turno a los púberes y prepúberes sumidos en una conflictiva hoy creciente: La disforia de género, que es el malestar o disgusto que el individuo siente por el sexo biológico con el que ha nacido y vivido. Es el caso del púber o prepúber que siendo varón prefiere ser mujer o viceversa.
En diversos países, especialmente los de mayor prosperidad económica, hoy se practican o se pretenden poner en práctica, procedimientos médicos a base de medicamentos y luego complementados por operaciones quirúrgicas para “ajustar” el sexo verdadero al género deseado.
Esta tendencia se atisba ya en México. Refiriéndonos aquí exclusivamente al tratamiento con medicamentos, se trata de sustancias muy parecidas a ciertas hormonas naturales del menor y que al recibirlas sustituyen las acciones de sus propias hormonas de manera que la pubertad no sigue desarrollándose sino que se detiene y se evita la progresión del desarrollo sexual de manera que, por ejemplo, si se trata de un hombre el desarrollo de sus genitales y de las características sexuales que corresponderían a su sexo se detienen dando lugar al efecto predominante de las hormonas contrarias (femeninas).
Habría que explicar que tanto hombres como mujeres producimos hormonas masculinas y femeninas, siendo obviamente predominantes las masculinas en el caso del varón y las femeninas en el caso de la mujer. Pero el detenimiento artificial de la pubertad no ha sido cabalmente estudiado y lo que se anticipa es que acarrea conflictos en el desarrollo del crecimiento corporal así como de los huesos pudiendo provocarse osteoporosis anticipada; de igual manera es posible poner en riesgo la fertilidad, el adecuado desarrollo neurológico con resultados inconvenientes en el comportamiento. También favorecer la obesidad y cáncer en los testículos.
No es lo mismo someter a un prepúber a una serie de efectos indeseables solamente por el hecho de que él o ella dice que quiere cambiar de sexo toda vez que no son pocos las y los que, más adelante, alejan esa pretensión de su mente (hasta un 95% de los casos), como tantas otras ideas que pueden y suelen ocurrir a esas edades.
Y es que el diagnóstico preciso de disforia de género a esas edades no es materia fácil; no pocas veces pueden existir presiones ideológicas, culturales y del mismo grupo social del menor que le pueden presentar un panorama determinado que puede opacar la confirmación de un verdadero trastorno de identidad sexual.
El mismo médico que atiende menores de estas edades puede verse persuadido o comprometido a tratar de frenar la pubertad a base de medicamentos, pero debería considerar que las agencias reguladoras de riesgos sanitarios y de medicamentos no han aprobado la utilización libre de esos productos en primer lugar porque no está claro el impacto de sus efectos adversos tempranos o tardíos cuando se dan en la edad prepuberal y, como anotaba arriba, el diagnóstico no es cosa fácil y muy en especial por el hecho de que el menor es, precisamente eso, un menor, en pleno desarrollo no sólo físico sino también emocional y afectivo como quizás no lo esté en otra etapa de su vida. Ese menor es vulnerable y extremadamente fácil de ser vulnerado.
Médico cardiólogo por la UNAM.
Maestría en Bioética
jesus.canale@gmail.com