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El Imparcial / Tijuana / Coronavirus en Tijuana

Escasean ventas en sobrerruedas de la Zona Norte

Pocas personas acudieron a realizar sus compras a los diferentes establecimientos del mercado.

Este fin de semana el mercado sobrerruedas de la zona Norte la ciudad parecía un pueblo fantasma, los puestos de ropa, de comida, de artículos usados y chatarra estaban instalados en la espera de la clientela de siempre, pero nunca llegó.

Los pasillos lucían vacíos, los puestos solo con quien los atendía y nada más. Los negocios de comida pese a implementar las medidas de venta para llevar reportaron ventas de un 10% comparado con lo que vendían cada fin de semana antes del covid-19.

La señora Martha Rivera relató que entre el sábado y el domingo a las 12 del mediodía apenas había vendido 200 pesos, los cuales eran para el pasaje y la plaza.

Roberto Luna un vendedor de chacharas que tiene su mercancía en el suelo, contó que llevaba dos días sin persignarse ya que no había clientes y la gente que asiste esos días ya va directo a lo que quiere comprar y no hay oportunidad para los chachareros.

Los pocos que visitan el tianguis de la calle F. Martínez, entre la Primera y hasta la avenida Internacional, lo hacen con cubrebocas, se les mira comprando abarrotes o herramientas, los puestos de artículos de vestir son los menos visitados.

El aislamiento social por la nueva cepa de coronavirus ha permeado hasta en el callejón de la Venada y los vendedores de droga que se encuentran en medio del mercado, con sus cangureras esperando clientes.

Las tienditas que alguna vez tuvieron máquinas minicasino, están vacías; solo está su encargado o encargada sentados detrás del mostrador viendo el celular.

Al final del sobrerruedas, junto a la línea internacional, lo comerciantes montan una bocina con cumbias y norteño, los indigentes bailan, los salones de belleza instalados en plena calle hacen trenzas a otras compañeras de mercado.

Elvira de 60 años, que vive en la zona norte y camina por el tianguis para estirar las piernas después la semana de confinamiento voluntario en casa, describió el escenario cómo un pueblo fantasma.

“Desde que recuerdo camino por aquí, mi padre conocía a varios comerciantes, siempre hay mucha gente, ni caminar puede uno. Me da tristeza”, dec

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