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#Sentenciados Amor fatal

Daniel Cazares, un ingeniero electricista oriundo de Sinaloa y con futuro en esta región, salió el 13 de diciembre del 2009 con rumbo a Tijuana para encontrarse con una amiga y ex novia con la que sostuvo una relación en Culiacán.

A partir de ese día, ni amigos o familiares volvieron a saber de él. Su prima Karla, quien también reside en Mexicali, presentó una denuncia ante la Procuraduría para dar con Daniel, quien recién había llegado a Mexicali para trabajar como gerente en una empresa de la localidad.

Daniel, de 29 años, fue reportado como desaparecido el 15 de diciembre de ese año. Karla se trasladó a Tijuana, pensando que tal vez tuvo un accidente y se encontraba detenido o internado en algún hospital.

Días antes, Daniel hizo contacto con Rosa Irene, con quien sostuvo una relación en su natal Culiacán, pero la ubicó en Tijuana, viviendo con su mamá en unas cuarterías. Ambos se comunicaron por teléfono.

Ella le dijo que le estaba yendo muy mal, y le confesó que tenía una hija y que era suya. Daniel salió la madrugada del 13 de diciembre a buscar a Rosa, para apoyarla y considerar la posibilidad de entablar nuevamente una relación, pero desconocía lo que le esperaba.

Casi un mes después de su desaparición, el vehículo en el que salió a Tijuana, fue encontrado en un estacionamiento público en Tijuana, aunque con muy pocas pistas sobre el paradero de Daniel.

Tras su relación que sostuvo con Daniel, Rosa comenzó de nuevo y encontró otra pareja, con quien se casó en Culiacán, ambos egresados de enfermería. Luego contactó a su madre, en Tijuana, quien administraba un edificio de departamentos.

Le contó las penurias y sinsabores por las que pasaba, y doña Mary, madre de Rosa, les envió dinero a su hija Rosa y a su marido para que se trasladaran a Tijuana en busca de un mejor futuro.

Cuando llegaron, comenzaron los problemas de pareja. El marido de Rosa no trabajaba y no compartía la pasión por la enfermería de Rosa. Ambos se separaron, él regresó a Culiacán mientras seguían casados.

Rosa llegó a Tijuana con 7 meses de embarazo. Doña Mary cuidó bien de ella y su nieta. En la cuartería que administraba su mamá, Rosa conoció a Rosalío Olivera, con quién inició una amistad que con el paso de los días se convirtió en noviazgo, mal visto a los ojos de su madre.

Ambos decidieron mudarse juntos a otro edificio de departamentos, dejando a su madre sin saber de ellos, de la noche a la mañana.

Karla, la prima de Daniel, recibió mensajes de texto y correos donde le pedían dinero a cambio de información sobre el paradero de su primo. Agentes ministeriales en Tijuana comenzaron la investigación como una privación de la libertad.

En esos días, a través de un panfleto en un poste, solicitaban recompensa por el supuesto secuestro de Rosa. Los agentes se entrevistaron con su madre, quien dijo desconocer su paradero, y tampoco haber conocido a Daniel.

Luego de que se reportó su desaparición, agentes ministeriales descubrieron que sus tarjetas de crédito y débito habían sido utilizadas, particularmente para comprar unas bicicletas en una mueblería, pero después fueron devueltas.

Durante la investigación, los agentes ministeriales lograron interceptar y rastrear correos electrónicos y mensajes que iban dirigidos a una prima de Daniel en Culiacán a la que también le pedían dinero. Los peritos en informática determi- naron que estos mensajes procedían de la computadora de Daniel.

La investigación que seguía el rastro de Daniel se fue tornando más confusa, sobre todo cuando los agentes ministeriales comenzaron a indagar en los movimientos de sus tarjetas bancarias luego de su desaparición.

De acuerdo a la investigación, el 15 de diciembre, con sus tarjetas se compraron un par de bicicletas en una mueblería que posteriormente fueron devueltas. Semanas después, correos desde su computadora comenzaron a ser enviados a sus familiares.

Karla, la prima de Daniel, colaboró con los agentes para entablar contacto con la persona que aseguraba tener información del paradero de su primo. A través de correo electrónico y mensajes de texto, su comunicación le daba la corazonada de que el informante podría tener razón.

Como prueba, le dijo a Karla sobre el auto abandonado en el estacionamiento. También le dijo que Daniel había sido asesinado. Para entregarle más información, quería que se le compensara económicamente.

Primero pidió 100 mil pesos, pero luego la cifra se redujo a 10 mil. 5 mil para revelar la ubicación del cuerpo y luego 5 mil para revelar la identidad de los homicidas. El 8 de mayo, la familia de Daniel, esperando recuperar sus restos, realizó el primer depósito.

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