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¿Se perdió el control de la pandemia?

Hay una gran cantidad de datos que indican que en México, y en particular en algunas regiones o ciudades, ya se perdió prácticamente el control de la pandemia y se avanza a ciegas por parte de los gobiernos, cambiando el color del semáforo de manera un tanto arbitraria.

Hay una gran cantidad de datos que indican que en México, y en particular en algunas regiones o ciudades, ya se perdió prácticamente el control de la pandemia y se avanza a ciegas por parte de los gobiernos, cambiando el color del semáforo de manera un tanto arbitraria.

Por eso también hay una especie de guerra entre el discurso que sostiene el gobierno (sobre todo el federal) y, por otro lado, el de los especialistas médicos y expertos en mediciones estadísticas, que contrastan radicalmente. El gobierno tiende a ocultar la realidad o a minimizarla, haciendo más complejo encontrar una alternativas más pronto.

Es paradójico pero el gobierno de López obrador ha politizado la pandemia, mostrando resistencia a las críticas, negado las deficiencias con que es atendida, la falta de recursos y las políticas contradictorias que asumen constantemente.

El doctor López Gatell, vocero de la secretaría de Salud, ha tenido una curva descendente en su credibilidad. Se ha opuesto a medidas que en otros países se adoptaron rápidamente como el cubre bocas y la aplicación de pruebas para detectar los contagios. Ha fallado en casi todos sus pronósticos sobre el número de fallecimientos, así como en la velocidad con que se propaga el virus.

Es muy probable que el señor Gatell haya descubierto, de pronto, que su vocación es más bien de carácter político, pues al darse cuenta del poder que le daba tener a casi todo el país como audiencia esperando sus recomendaciones, podía fácilmente aspirar a un puesto más alto.

El caso es que, de ser una pieza central en el combate a la epidemia, Gatell poco a poco perdió fuerza, se enemistó con algunos gobernadores, y entró en el terreno resbaladizo de la controversia con otros epidemiólogos y médicos que han venido rebatiendo sistemáticamente sus afirmaciones.

La situación es trágica porque al principio, cuando la pandemia empieza a llegar a nuestro país (entre febrero y marzo), las expectativas de la población eran que pronto saldríamos, quizás en un par de meses. Pero ahora ya no es así. A los muertos que se acumulan cada día por el Covid-19, se suman ahora los problemas de la pérdida de empleos, la falta de ingresos y un futuro completamente incierto.

Ahora ya hay familias enlutadas, familias rotas y disgregadas por la crisis del encierro. Hay también, como se puede apreciar en la calle o en algunos establecimientos como supermercados o farmacias, personas desesperadas, enojadas, temerosas y, al mismo tiempo, una gran cantidad de personas irresponsables que no respetan las mínimas medidas de seguridad.

El encierro está causando estragos gigantescos que ahora no se ven. Muchas familias se están rompiendo o están perdiendo familiares cercanos, está creciendo la angustia y el miedo hacia el futuro, como si hubiera en realidad un mundo que se está derrumbando y no sabemos si podremos sobrevivir.

Hay en algunos casos una especie de “estampida”, personas que se desentienden de todo y se arrojan hacia el vacío; otros que tienen que conseguir a diario el pan para comer; otros más que ignoran los peligros y hasta la existencia del virus, en una especie de huida para exorcizar la muerte.

No es fácil convivir sabiendo que la muerte nos rodea o nos acecha. Nunca antes habíamos vivido así. El virus desquició todo porque, además, estamos ante un enemigo que no podemos ver, que sabemos que es letal pero que no podemos combatir y que no sabemos cómo.

Nos movemos, aunque estemos confinados, pisando día y noche un terreno minado, creyendo íntimamente que la pandemia pasará, que ya falta poco, que algo sucederá y que cuando menos pensemos regresaremos a la “normalidad”, volveremos a ser libres y podremos tocarnos y hablar entre nosotros.

Tenemos miedo de pensar que ya nada será igual. Superemos o no la pandemia, ya nada será igual. En nuestro recuento tenemos ya muchas pérdidas: la muerte de un familiar, la ruptura de un matrimonio, el silencio de un amigo, el egoísmo exacerbado de mucha gente que sólo aspira a salvarse a sí misma.

No es, exagerando quizás un poco, una crisis sanitaria y una crisis económica lo que trajo el Covid. Es algo mucho más profundo. Trajo también dolor, temor y odio, angustia e incertidumbre y una impresionante insolidaridad incluso entre los que están más cerca de nosotros. Hay mucho que aprender de todo esto…si sobrevivimos.

* El autor es analista político.

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