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Rafael Corella y sus películas nacionalistas

Por años Rafael Corella, empresario cinematográfico mexicalense, fue conocido, en los Ángeles, California, por mantener a su Teatro Iris, en Mexicali, bien abastecido de cintas de Hollywood para el público hispanoparlante de ambos lados de la línea fronteriza

Por años Rafael Corella, empresario cinematográfico mexicalense, fue conocido, en los Ángeles, California, por mantener a su Teatro Iris, en Mexicali, bien abastecido de cintas de Hollywood para el público hispanoparlante de ambos lados de la línea fronteriza. Pero en 1926, Corella ya producía sus propias películas. Sus contactos en la industria del cine ahora le servían para conseguir técnicos, cámaras y actores para sus filmes, al mismo tiempo que le abrían las salas angelinas para estrenar sus cintas. Era un negocio redondo con una implicación más allá de lo meramente comercial: la intención de don Rafael era hacer de sus películas un manifiesto público de lo que sentían los mexicanos fronterizos, una proclama visual sobre lo que era ser bajacaliforniano, mexicalense, en una región próspera e industriosa en todos los sentidos, pero asediada por la leyenda negra del vicio y el desenfreno, leyenda que se afanaba la prensa anglosajona californiana en dar vuelo por sus intereses contrarios al régimen de la Revolución Mexicana.

En un reportaje para El heraldo de México (6-III-1926), enviado desde Mexicali, la ciudad capital del Distrito Norte de la Baja California, se informaba que el 3 de marzo fue todo “un triunfo la exhibición de La Baja California. Asistió el Sr. Gral. Rodríguez. Ayer se exhibió en el Teatro Iris (propiedad de Corella) la revista nacional (noticiero de acontecimientos contemporáneos y sucesos relevantes) La Baja California, que en los últimos días produjo gran entusiasmo debido a que en dicho film puede verse el verdadero progreso a que ha llegado el Distrito Norte, y que tanto Tijuana como Mexicali no viven del vicio. Es una de las películas mejor logradas hasta el día. Cada parte está presidida de un prólogo según la región que va a desfilar y así Ensenada tiene una puesta de sol tan magníficamente lograda, que el público aplaudía desde el principio; a Ensenada sigue Tecate, luego Tijuana, la parte mejor detallada es la que se refiere a Mexicali y a la Colonia Progreso., en donde aparece una escuela destinada a los niños de la colonia; la despepitadora Progreso, en donde el público observa todas las labores del algodón, desde la pizca hasta las pacas listas para su exportación, así como los molinos de harina y caña de azúcar, dan idea del progreso a que se ha llegado en los dos años de gobierno del general Rodríguez”. Por lo que se aprecia que esta película fue filmada a fines de 1925.

Como se ve, La Baja California es una cinta de propaganda del gobierno de Abelardo L. Rodríguez (1923-1929), que además incluye “escenas verificadas con motivo de la celebración de las fiestas patrias en que el general Rodríguez obsequió a todo el pueblo con una gran barbacoa, en que no menos de 3,000 personas se hayan colocadas en larguísimas mesas improvisadas, hay escenas chuscas en las que la concurrencia rio a carcajadas”. Y entonces viene la sorpresa, pues el relator anónimo asegura que La Baja California fue, al menos en su parte final, una cinta de ciencia ficción con efectos especiales, quizás una de las primeras hechas en México: “Produjo también una explosión de alegría el capítulo Cómo sería Mexicali en 1950. Es una Nueva York en miniatura que fue muy celebrada”. Al término de la presentación, Rafael Corella como productor-director, Robert Turnball como camarógrafo y Orestes Franco como autor de los títulos, recibieron “numerosas felicitaciones por la oportuna exhibición de La Baja California en los momentos en que está fresca aún la tinta de los periódicos en que se ha calumniado a Tijuana y Mexicali”.

Aquí puede verse cómo el cine bajacaliforniano dio inicio como cine documental, con las películas producidas por el sonorense-mexicalense Rafael Corella, quien en pocos años, entre 1924 y 1926, produjo tres cortometrajes documentales, entre ellos A través de Sonora (1924), la ya antes mencionada La Baja California (1925-1926) y Anáhuac (1926). A partir de estas primeras tentativas cinematográficas, Corella y los escasos productores que lo siguieron, saltaron al cine de ficción con obras como Raza de bronce (1927), Sol de gloria (1928) y Juan soldado (1938). Tanto las cintas documentales como las de ficción dramática tuvieron como propósito defender al México fronterizo de las muchas calumnias que la prensa del otro lado vertía acerca de esta región del país. Se puede decir que fueron armas defensivas contra los prejuicios culturales de nuestros vecinos del norte y una forma de exponer las riquezas naturales y humanas de nuestra entidad.

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