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Política y periodismo, reflejo de la sociedad

La política y cierto periodismo han perdido credibilidad.

La política y cierto periodismo han perdido credibilidad. En estos días, estamos siendo testigos de las listas de periodistas que recibían dinero de parte del Gobierno federal, en el sexenio anterior (y existe en todos los sexenios y gobiernos), para por lo menos, no hablar mal de él. Y también hay otros medios de información que, si no reciben lo que quieren, hablan mal del gobierno (pregúntenle a Tijuana).

Estamos dentro de nuevas maneras mediáticas y nuevos tipos de corrupción. Con ello, las oscuras relaciones entre los medios y el poder se han incrementado, creando entre la comunidad, recelo sobre la fiabilidad e independencia de la información. Hay malas prácticas de los malos, que afectan a los buenos.

La nueva sociedad digital se enfrenta a nuevos retos que ponen en riesgo la pluralidad, la libertad y la fiabilidad de la información que necesita la comunidad. Esta mala imagen y desconfianza, refleja, salvo honrosas excepciones, principalmente, lo que es la sociedad. La prensa alarmista, vulgar y ligera, cuyo descrédito solo es equiparable al de la clase política, existe porque todos esos defectos vienen de la sociedad misma. Hoy, el periodismo y la política, lejos de mantener las distancias, están de acuerdo para manipular a la opinión pública, sencillamente porque la sociedad lo permitimos.

Decía Camus que la prensa libre puede ser buena o mala, pero sin libertad, solo puede ser mala. Porque cuando no existe libertad solo surge la mentira y la manipulación, nunca la información veraz. La libertad implica, para el informador y para el público, decía un crítico, “la posibilidad de elegir entre la incómoda verdad o la odiosa mentira”, lo que ocasiona una dependencia mutua de la falsedad. Así, el periodista proporciona solo aquella información que su público esté dispuesto a consumir. Y si el público no exige la verdad, habrá complicaciones.

Varios de quienes recogen la información insisten en manipularla. Así, aunque se apele al deber de informar y al derecho a la información, el “profesionalismo” de algunos periodistas queda en duda. El periodismo inmoral se acostumbró al maná que le llovía desde el poder, dejando de dar servicio íntegro a los ciudadanos. Ya no se trató de informar convenientemente, sino de utilizar la información para ganar influencia política o pavonear los egos y complejos del político o hasta del mismo periodista. También se ha utilizado la información para hacer daño a quien cae mal o a quien mercenariamente se decide atacar. Por eso ahora solo se ve escándalo, espectáculo, chismorreo, ligerezas o ataques; en detrimento de la información seria, del análisis riguroso, de la ética y del profesionalismo.

Gracias a varios, ya no hay tanto periodismo “gourmet”; sino como dijera alguien: puro “McPeriodismo”, rápido y chatarra. Hoy, es necesaria una prensa que, sin olvidar la rentabilidad, se esfuerce por ganar credibilidad y objetividad, que huya de intereses mezquinos ofreciendo el análisis profundo y equitativo, con nuevas ideas (como orgullosamente lo hace FRONTERA). Necesitamos, en general, una prensa más comprometida con la verdad.

* El autor es asesor administrativo, presidente de Tijuana Opina y 
coordinador de Tijuana en Movimiento.