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Numancia

En el siglo II a. C. Roma era la potencia indiscutible del Mediterráneo.

En el siglo II a. C. Roma era la potencia indiscutible del Mediterráneo. Recién derrotada Cartago, al norte de África, los romanos se adentraban cada vez más en la península ibérica y gravaban sus impuestos a las tribus celtíberas de la meseta. No había rival capaz de hacerles sombra. ¿O sí? Una pequeña ciudad celtíbera de unos mil quinientos habitantes mantuvo en vilo al Senado durante veinte años de escaramuzas. Desde entonces utilizamos la expresión defensa numantina para referirnos a cualquier situación en la que el débil se opone al fuerte hasta las últimas consecuencias. Para que Numancia se convirtiera en el paradigma de la resistencia heroica hicieron falta algunas casualidades. La primera, que sus vecinos de Segeda decidieran fortificarse. Los romanos lo tomaron como una provocación y los segedanos, que tenían su muralla a medias, corrieron a refugiarse tras los muros de Numancia. La segunda, que el ejército romano contara con diez elefantes. Bastaron unas cuantas pedradas para que uno de los animales enloqueciera y sembrara la confusión, ocasión que los numantinos aprovecharon para contraatacar. Roma perdió miles de soldados. El 23 de agosto, fecha de la batalla, pasó a considerarse un día aciago. Desde entonces, Numancia fue un punto negro en el mapa expansionista de la República. Cinco cónsules fracasaron en sus intentos de conquista, los tres siguientes ni siquiera se atrevieron a acometer el asalto. Por fin, el Senado decidió enviar a una leyenda viviente: Publio Escipión el Africano, el célebre destructor de Cartago. Más astuto que sus predecesores, Escipión arrasó primero a los aliados de Numancia para que la ciudad se quedara sin suministro de provisiones. Luego devolvió la disciplina a las tropas: expulsó a prostitutas y adivinos, requisó veinte mil pinzas de depilar y otros objetos de lujo y obligó a todos, desde soldados a generales, a dormir en el suelo. Una vez que tuvo a sus hombres en forma, les hizo construir en menos de tres meses una imponente obra de ingeniería bélica, concebida para que nadie pudiera escapar de Numancia. Rodearon la ciudad con una muralla y un foso de nueve kilómetros de perímetro. Unas trescientas torres de vigilancia, equipadas con catapultas, controlaban a los sitiados. Alrededor de la muralla se instalaron siete campamentos y dos fortificaciones. En el río, una cadena con púas cortaba el paso a barcas y nadadores. Los numantinos burlaron el cerco solo una vez. Un jefe llamado Retógenes partió, con diez de sus guerreros, a pedir ayuda a otras ciudades de su tribu. Fue en vano. Nadie se atrevió a plantar cara a Escipión, salvo 400 jóvenes de Lutia. Pero los viejos de esta ciudad, temerosos de los romanos, denunciaron a los rebeldes y permitieron que les cortaran las manos como castigo. No había salvación para Numancia. La ciudad se rindió en el verano de 133 a.C., tras once meses de aislamiento. El hambre había diezmado a la población, que, según la leyenda, se alimentó de carne humana. Muchos numantinos prefirieron poner fin a sus vidas y a las de sus familias antes que caer en manos de sus enemigos. El resto pasó a la esclavitud. Cuentan las crónicas que los romanos incendiaron las casas y sembraron de sal los campos para volverlos incultivables. Hace algunas semanas el gobierno federal comparó el embargo económico hecho por Estados Unidos a la Isla de Cuba, se insiste en torcer la historia con la idea de engañar al pueblo (ciudadanía). Buda solía decir que el ser humano se abraza a las cosas con la esperanza de que ellas nos concedan un cierto peso. Lo vemos en el titular del ejecutivo, trata de mover a las masas con el pensamiento de si yo no soy más que un soplo de aire, uniéndome a otros de mi clase (humildes según él) podrá llegar a ser un huracán, que junto a los movimientos políticos, religiosos, antirreligiosos que tan solo pretenden crear un estilo de moda utilizando la ignorancia, el miedo y el odio como pegamento que los mantiene unidos. *- El autor es ex presidente de la Federación de Colegios de Ingenieros Civiles de la República Mexicana.

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