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Morena y su laberinto

El origen y gradual descomposición de los partidos políticos en México ha respondido, y responde, a determinadas articulaciones alentadas o coyunturales las que, de época del liberalismo juaristas al presente, testifican la formación y usos dominados por órganos de mando absolutistas o caciquiles...

El origen y gradual descomposición de los partidos políticos en México ha respondido, y responde, a determinadas articulaciones alentadas o coyunturales las que, de época del liberalismo juaristas al presente, testifican la formación y usos dominados por órganos de mando absolutistas o caciquiles los cuales, recalcamos, estrenaron los reformistas guiados por Benito Juárez que agrupados en logias masónicas, o bajo la fachada de asociaciones partidistas lograron, por arriba de su reconocimiento histórico, mantenerse en el poder por la decisión de unos cuantos aunque “a nombre y voluntad” de una población jamás tomada en cuenta: Los periódicos levantamientos contra el antiguo pastor de cabras de parte de Porfirio Díaz y otros reposan en la impuesta reelección.

No es demasiado recuperar por qué la prolongada dictadura porfiriana, con el llamado partido de “científicos” al frente, del inicio al fin enfrentó a diversos movimientos que configurados, o sin soporte, fueron dotados de estructura partidista que remataron desgastando hasta destronar al imperante poder porfiriano expresando, por lo mismo, que más allá de las diferencias o coincidencias entre vertientes y caudillos revolucionarios; la presencia y actuación organizada no dio tregua a la querella al seguir suministrando encono y rivalidades: por supuesto cada facción se reclamaba representativa del pueblo.

Vencedores unos y derrotados otros; lo esencial para los primeros consistió en pertrecharse a través de un partido político capaz de legitimar lo habido y por haber pero, sin discusión, atado a los precedentes verticales conocidos donde el sistema político, sin la menor duda, entregara al gobernante los poderes de sí mismo y sin limitación a su autoridad configurándose así el PRM (Partido de la Revolución Mexicana) seguido de su rebote a PNR (Partido Nacional Revolucionario) hasta su maroma a PRI (Partido Revolucionario Institucional). Una Irreformable y nefasta herencia sustentada en la traición, servilismo, corrupción, impunidad y demagogia donde la inmoralidad y cinismo representan la regla.

En la infección antes referida la ya convertida en trágica partidocracia, para el caso avenida del Prigobierno, entrados los años (1988) lo semejante a una ruptura del tricolor reanimó la esperanza de cambiar el escenario aberrante con la fundación del PRD (Partido de la Revolución Democrática) el cual, para desencanto de miles), en tiempo corto ancló al lado de la chatarra de sobra conocida.

Finalmente el empeño por dotar a los mexicanos de una opción opositora como dispuesta a sustituir a la detestable clase política, alzó vuelo aterrizando en la conformación de Morena en cuanto proyecto sustentado en la crítica, definición programática, principios e ideales contrarios al vertedero que por décadas los partidos han sembrado y resembrado en el país.

¡Y otra vez la mula al trigo! El gobernante Morena no quiso dar el salto esperado quedando, en el corto plazo, atado al pesebre del arreglo a modo, la transa y alianzas electoreras causando un mayor ultraje a lo producido por los partidos antecesores pues el pleito casero, hoy desenfrenado, poco importa frente a la decepción de miles y consecuente regocijo de la mafia de dentro y fuera de Morena…

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