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Los gobiernos 'prianistas' de Morena

Es absolutamente contradictorio y hasta cierto punto absurdo que Morena en Baja California, al momento de estarse preparando para formar su segundo gobierno después de su triunfo en todos los cargos, se ha dividido a nivel de las élites del partido y, como colofón, está abriendo las puertas de su gobierno a varios funcionarios que vienen de las filas del panismo o de otros ámbitos que no son compatibles, teórica y políticamente, con el obradorismo.

Es absolutamente contradictorio y hasta cierto punto absurdo que Morena en Baja California, al momento de estarse preparando para formar su segundo gobierno después de su triunfo en todos los cargos, se ha dividido a nivel de las élites del partido y, como colofón, está abriendo las puertas de su gobierno a varios funcionarios que vienen de las filas del panismo o de otros ámbitos que no son compatibles, teórica y políticamente, con el obradorismo.

Empecemos por el principio. Si hay alguien que ha torpedeado duramente a la próxima gobernadora de Morena, Marina del Pilar, ha sido el mismo gobernador Jaime Bonilla. Algo que se ha tomado con una calma impresionante por la mayoría de los sectores sociales y políticos del estado, como si tal acontecimiento formara parte de las rutinas cotidianas de la nueva política impuesta por Morena o los morenistas en la entidad.

El hecho es muy simple: entre Bonilla y Marina del Pilar hay un choque irreconciliable antes de que ella se haga cargo del gobierno estatal. Podría decirse que eso es intrascendente puesto que Bonilla está a unos días de dejar el puesto, y ya no jugará ningún papel político. Pero no es así. Bonilla, fuera o dentro del gobierno, puede “bloquear” o sabotear el gobierno de Marina por diversas vías.

No se sabe si él asumió el papel de “vigilante” de los gobiernos de Morena en BC, en términos de que deben ajustarse al ideario o la perspectiva de López Obrador, o si esa función se la han encargado desde el centro, pero lo cierto es que ese es el papel que Bonilla va a cumplir o quiere cumplir por lo menos hasta 2024.

Pero, dadas las condiciones y las formas en que se eligió como candidata a Marina del Pilar, en las que Bonilla quedó fuera de esa decisión, debilitando de alguna forma su control e influencia, el grupo saliente ha decidido cuestionar y tratar de acotar al próximo gobierno de Marina.

Es un juego de fuerzas y de confrontación que ambos han establecido pública y soterradamente, como si fueran grupos antagónicos o de partidos distintos. Aquí lo grave es que esta confrontación puede durar tres años, desgastando al próximo gobierno de Morena y generando mayor ineficacia de la que ha mostrado hasta ahora en todos los niveles.

El otro punto, paralelo al anterior, es que los nuevos gobiernos de Morena están siguiendo la misma línea que inauguró Bonilla al integrar en su gabinete a varios funcionarios que vienen o fueron del PRI o del PAN, pero ahora con perfiles que, rigurosamente, no encajan con la perspectiva que trata de promover López Obrador.

Los morenistas no alcanzan a entender que hay una correlación directa entre la afiliación política y el proyecto de cambio que intenta (que intenta, subrayo) representar el nuevo partido. Tampoco entienden que si entre los cuadros principales de gobierno sólo hay priistas y panistas, y uno o dos morenistas, pues entonces Morena nunca va a terminar de cuajar como un nuevo partido político.

La próxima alcaldesa de Tijuana Monserrat Caballero, por ejemplo, ya ha integrado a dos personajes (aunque hay más) que no tienen nada que ver con Morena como son Miguel Ángel Bujanda, quien trabajó de cerca con el gobernador Francisco Vega de Lamadrid, que pasará a la historia como uno de los peores. Y también integró a Alejandro Mungaray Lagarda, personaje camaleónico y, lo más importante, de ideas neoliberales envueltas en papel celofán. ¿No se dan cuenta?

Marina del Pilar no ha dado a conocer quiénes conformarán su gabinete en lo esencial, pero ya hay signos que apuntan hacia una tendencia “prianista” en su equipo de gobierno, pero incluso en varias acciones o iniciativas que provienen o encajan en los gobiernos anteriores. La sombra de su esposo no le ayuda en esta perspectiva, así como tampoco la falta absoluta de oficio político.

Al principio, con el triunfo de 2019, se vio hasta cierto punto como lógico que Morena incorporara a su gobierno a varios viejos priistas, ex priistas y panistas e hiciera de Morena una mescolanza política e ideológica. Pero esto será cada vez más insostenible.

La gente que votó por Morena no votó, hasta donde es posible suponer, para que gobernaran los funcionarios de otros partidos. Morena puede convertirse en los próximos años en una farsa, en la que sostiene por un lado que gobierna combatiendo al neoliberalismo o los pilares del mismo, mientras que por otro invita a gobernar o a ocupar puestos clave a personajes que son claramente neoliberales.

Es obvio que Morena en Baja California no tiene una corriente de pensamiento progresista o cercana a una izquierda más desarrollada, sino lo que tiene es una confluencia de priistas y panistas que, paradójicamente, ahora gobiernan bajo las siglas de Morena. El panorama es terrible.

*El autor es analista político

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