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Los ‘Livais’

Favor de dispensarme tan coloquial título, pero si no lo escribo así, no lo asociamos con los famosos pantalones de mezclilla azul originales de San Francisco, California.

Favor de dispensarme tan coloquial título, pero si no lo escribo así, no lo asociamos con los famosos pantalones de mezclilla azul originales de San Francisco, California.

Hechos de resistente tela de algodón y teñidos en su clásico “blue jean”, esta prenda de vestir inició su historia en 1858 en el citado puerto californiano, con el nombre registrado de Levi Strauss y Compañía.

Su propósito fue vestir a vaqueros, mineros y ferrocarrileros, con pantalones resistentes y duraderos para los trabajos más pesados del Oeste Americano.

Alrededor de 1873 incorporaron los remaches de cobre para reforzar los puntos de estrés y crearon una dimensión propia entre la ropa de trabajo. Recuerdo anuncios de mi infancia en la que se mostraba a un par de pantalones jalados por caballos (¿o mulas?) sin romperlos. Pero tan original diseño estaba en camino a la inmortalidad en la industria y en la moda.

En 1930 llegaron para quedarse en el Este estadounidense y de 1950 a 1980 su uso penetró a otras subculturas, como en los hippies y rockeros.

Fue en esa época, en el otoño invierno de 1960 que viví en la CDMX, que viví en carne propia la particular experiencia de que en pleno San Juan de Letrán, jóvenes nos detuvieran para ofrecernos hasta 20 dólares por los “livais” (no existe en la RAE) que portábamos, cuando entonces costaban en California seis dólares. Los chilangos se fascinaban con los “Jeans”. Compañeros que se quedaron a estudiar allá (yo no pasé el examen de admisión en Veterinaria), los vendían y llevaban nuevos el siguiente semestre.

Contrario a lo que se cree, para nuestro deporte de siempre, la cacería, los “livais” no me funcionaron bien. Restringían el movimiento, causaban fatiga temprana y eran y son muy fríos en invierno. Recuerdo a compañeros estudiantes que nunca lavaron sus “Jeans”, llegaron a estar tan sucios que se ¡paraban solos!, como en una escena de en mi película favorita de vaqueros, “The Big Country”, en donde Charlton Heston se cuelga de una viga del granero en donde dormía, para caer enfundado en sus “Jeans” parados.

En otra escena “The Cowboy”, Glen Ford responde a una amiga cuando le pregunta quién le lava su ropa en la sierra, y dice él: “Nadie. Cuando vengo al pueblo me baño, la tiro y compro nueva” (en ambas cintas, no necesariamente Levis).

Hoy en día hay “Jeans” de muchas marcas y calidades que pueden costar cientos de dólares y se aceptan incluso en eventos formales, ¡depende quien los lleve puestos! En la CDMX, quienes nos ofrecían dinero por ellos, detectaban a los “livais” originales por su inconfundible etiqueta roja con la marca “Levis”, cosida a una bolsa de parche trasera.

Ahora esta marca mundial fabrica sus pantalones en muchos diseños, pero siguen produciendo su original modelo 501, ¡como la célebre locomotora sonorense! Mis “Jeans” actuales son relajados y suaves para viejo, muy distintos a los que usé de estudiante y, aunque me oponga, se lavan cada vez que me los quito.

* El autor es investigador Ambiental ENCERRADO.

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