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Insolencia

Por el derecho a la libre expresión

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El asesinato esta semana de dos agentes de la policía municipal de Tecate, del cual no se tiene aún ningún tipo de información, ha descubierto nuevamente la existencia de problemas graves dentro de la corporación, que no han sido atendidos y siguen carcomiéndola. Desde la corrupta administración de Nereida Fuentes, con Francisco Castro Trenti como su director de Seguridad Pública, se comenzaron a mostrar indicios nada halagüeños. En dos ocasiones les plantaron cabezas cercenadas, una enfrente de la propia comandancia y la otra delante de la casa del ex director. Ahora, las ejecuciones de esta semana le agrega presión a la inseguridad pública municipal, que engrandece la tensión en la ciudad, al ver erosionado al aparato que debe supuestamente proporcionarnos estabilidad social.

Desde fuera es difícil saber lo que está sucediendo dentro de la policía municipal, pero lo que es obvio es que existe una lucha implacable por el poder. Las fricciones entre los policías y el director se hacen evidentes, cuando no cesan los actos de corrupción contra la población. La fantasiosa idea de que, cambiando personas en los puestos de dirección, modificará beneficamente la seguridad pública se demuestra como falsa. Si a esto le agregamos la falta de arraigo en la ciudad, los resultados serán pobres. Ninguno de los dos anteriormente nombrados directores es residente de la ciudad. Llegan a una administración pública invisible, sin un proyecto de gobierno efectivo y sin respaldo popular, con lo cual el fracaso es lo único seguro que tienen.

La ejecución de los policías, que impactó vigorosamente a la ciudadanía, sin embargo, pareció un suceso desprovisto de importancia para la Alcaldesa. No hubo una reacción de la misma envergadura, no hubo una movilización importante de agentes de investigación, ni se difundió un posicionamiento claro y puntual al respecto. Podrá alegarse que por la pandemia del covid-19 no nos dimos cuenta de las actividades que realizaron, pero no hubo tales.

Sin embargo, el distanciamiento entre la Presidenta y la corporación policiaca se manifiesta en toda su crudeza, cuando no asiste al homenaje que se les brindó antes de sepultarlos. En la ceremonia luctuosa estuvieron presentes funcionarios federales, estatales y municipales, excepto Zulema Adams Pereyra, lo que es una insolencia hacia la corporación. ¿Qué actividad más importante tuvo que atender, para que dejara de lado a dos de sus funcionarios asesinados en su horario de trabajo? ¿No es este incumplimiento de su deber, como la más alta autoridad municipal, una muestra de la división existente en su administración? Si morir en el cumplimiento de su deber, siendo el más alto compromiso que una persona tiene, no es reconocido post mortem ¿Entonces qué será?

Zulema Adams les debe una explicación a los tecatenses, lo suficientemente válida para que pueda ser justificada su inasistencia al homenaje para los policías asesinados. Su irresponsabilidad y valemadrismo no deben ser motivo para que se incremente la inseguridad. Además, el reacomodo de las posiciones de dirección al interior de la corporación debe ser suficiente como para que no se vigoricen las divisiones. Está en juego no solo la concordia entre los agentes, sino las repercusiones positivas hacia la propia ciudadanía. Vale.

* El autor es Lic. En Economía con Maestría en Asuntos Internacionales por la UABC.

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