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Incidente

El proceso de ir a recoger el estímulo a los adultos mayores -ancianos en realidad- que cada dos meses experimentamos quienes aceptamos recibir este beneficio económico, es multifacético.

Por el derecho a la libertad de expresión

El proceso de ir a recoger el estímulo a los adultos mayores -ancianos en realidad- que cada dos meses experimentamos quienes aceptamos recibir este beneficio económico, es multifacético. En unas ocasiones no sucede nada, pero en otras son varias las anécdotas que se pueden relatar. El proceso comienza cuando uno se presenta a las oficinas a tramitarlo. Se debe presentar una copia de la credencial del INE y hacer fila para ser atendido. En ese tiempo puede uno recodar a los viejos amigos, compartir con ellos las noticias recientes y lamentarnos por quienes fallecieron y que vimos en el anterior suministro del recurso. Los que asistimos llegamos con diferentes carencias de salud, que se manifiestan de diversas maneras. Nuestras enfermedades nos han ido transformando y nadie puede estar seguro de que nuestras reacciones van a ser correctas y nuestras actitudes respetuosas. Los viejos hemos ido perdiendo facultades y fácilmente nos desesperamos y encorajinamos. Por fortuna los servidores de la nación saben de esto y hacen el intento de tranquilizarnos.

El siguiente paso después de obtener el recibo con la cantidad a pagarse, es ir la oficina de correos para hacerlo efectivo. Allí uno se forma en una fila según va llegando. Los señores que apenas pueden caminar hacen cola. Nadie los brinca y se les ayuda para que suban los escalones. Sin embargo, esta semana llegó un individuo que quiso pasar primero y lo devolvimos, indicándole que debía formarse a la cola. Se molestó mucho alegando que sus piernas le dolían bastante y por eso, debía ir primero que todos. Los allí presentes le dijimos que todos teníamos problemas de salud y estaba obligado a respetarnos. Tanto él como el resto de los presentes subimos el tono de voz, y el sujeto tuvo que replegarse y aceptó irse a la cola.

Durante los días en que se paga este beneficio, elementos de la Guardia Nacional están presentes para darnos protección a los adultos mayores. Se supone que esa es la finalidad de su presencia, pero uno de estos elementos que estaba cerca, de repente da un paso al frente y nos grita que paremos la discusión. Todos hacemos caso, pero, posteriormente, analizamos la imprudencia de esta actitud del Guardia Nacional. En realidad, no tenía por qué haber intervenido. Los ciudadanos tenemos el derecho a inconformarnos, a discutir asuntos cotidianos, a exigir respeto a nuestros derechos, a reforzar las reglas de urbanidad y buenas maneras y, a levantar la voz para acentuar nuestras posiciones. Con su actitud, este Guardia Nacional trató de imponernos una conducta militar, en la cual no existe el libre albedrío ni la toma de decisiones personales. Ellos no deben reaccionar impulsivamente ni intervenir en asuntos de los ciudadanos. No es su función establecer un orden social rígido y exento de la libertad de expresión. El discutir problemas sociales y tomar posiciones vigorosas ante los problemas cotidianos es un derecho universal. Solo nos falta que, además de vivir una etapa de ingobernabilidad, vengan los militares y quieran imponernos conductas dóciles, y nos obliguen a comportaros como autómatas. Eso no se los vamos a permitir. Vale.

*El autor es licenciado en Economía con Maestría en Asuntos Internacionales por la UABC.

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